Asisto, como en todas las campañas, con atención a los discursos de los partidos. Esto es, a su manera de llegar a los ciudadanos. Aparte de considerarlos en muchas ocasiones oportunistas, flojos, o que dicen bien poco; siempre tienden a reflejar la personalidad del partido. Es decir, el lugar político que quieren ocupar y con el que pretenden atraer el voto. En el caso de Izquierda Unida -quizá por los malos resultados que le han ido acompañando últimamente- observo como éste se muestra cada vez más alejado de lo que una vez fue y da auténticos bandazos. Me explico. En ciertas comunidades (Euskadi o Cataluña) exhiben una faceta plenamente nacionalista, mientras que en otras, sin embargo, hacen notar el carácter internacionalista de su movimiento. Y es que, muchos valores que defendía este histórico grupo, se han ido perdiendo. Las sociedades, al aumentar su nivel de riqueza, se vuelven cada vez más conservadoras. Contar en la España del siglo XXI las bondades del comunismo es casi como querer predicar en el desierto. Nadie, a día de hoy, cambiaría nuestro sistema por un utópico comunismo, ya que, éste, desde la caída del imperio soviético, se muestra como un sistema fracasado. Como ejemplo de este voy y vengo, quiero estar aquí y allí, condeno la dictadura chilena de Pinochet pero miro para otro lado en Cuba; vean las palabras de su líder, Gaspar Llamazares, ante una propuesta del Partido Popular sobre el velo islámico. Como saben, el PP propone la prohibición del mismo en las aulas por considerarlo un símbolo de discriminación. Gaspar Llamazares, en contrarréplica, les pregunta «Si harán lo mismo con las monjas», cuando, perdónenme, pero eso es una auténtica chorrada. En el caso del «hiyab» estamos hablando de menores y colegios, en el caso de las monjas de adultos y personas que consagran su vida voluntariamente a la religión. O sea que, resumiendo, un grupo que se denomina laico a más no poder no le molesta que se lleve un símbolo religioso en un colegio, si éste es islámico, claro está.