Creo sinceramente que esta vez ha ganado Rajoy. Y lo ha hecho por un concepto clave cuando se afronta este tipo de debates: la intensidad. Pero, bien, vayamos por partes. A mí la organización del evento en general del evento me pareció bastante floja. Gastarse toda esa cantidad de dinero (casi 800.000 euros), cuidar hasta el más mínimo detalle (había que ver a los asesores de los candidatos probando una y otra vez las sillas antes de empezar), o controlar la temperatura (21 grados) para que luego los planos de los candidatos sean pésimos; es para quejarse. En más de una ocasión, cuando éstos recurrían a los cuadros sinópticos para mostrar una información, se le negaba la oportunidad al espectador de verlos porque estaban fuera de encuadre. Además, ¿por qué no se utilizó un cronómetro visual en vez de la voz del moderador para controlar el tiempo de cada turno? En general, podríamos decir que el debate aportó poco en cuanto a nuevos argumentos (los mismos que durante toda la legislatura), pero tuvo toda la tensión de un “cara a cara”. Hubo momentos en los que ambos se interrumpían entre sí, lanzaban comentarios por lo bajo, o se acusaban directamente de una y otra cosa. Si doy la victoria a Rajoy es porque su intervención fue mucho más neuronal: se dedicó a atacar al Presidente Zapatero con sus consabidos reproches (ETA, unidad de España, , inmigración, crisis económica…) sin perderse en nada más. Directamente y a la yugular, como se suele decir para estos casos. En cambio, Zapatero, pese a llevar bien preparado el debate y rayar en ocasiones a gran altura, introdujo un discurso mixto que mezclaba su pasado de oposición con su presente como Gobierno, pero, claro, sin la suficiente audacia como para arrinconar a su rival. Fíjense que ni siquiera en uno de los momentos álgidos -cuando Rajoy formuló la grave acusación de haber agredido a las víctimas del terrorismo- obtuvo una respuesta acorde con el órdago que le lanzó. A mí, en general, me pareció un debate bastante bueno con un Rajoy que sorprendió por su agresividad y un Zapatero que adoleció precisamente de eso, de intensidad en sus ataques hacia la oposición. De haberlo hecho, de haber utilizado de modo más punzante sus argumentos, ahora podríamos estar hablando de otra cosa. Pero, en fin, todavía queda una segunda parte…