¿Podemos decir que ha nacido un nuevo PP? Sinceramente, no. Es muy difícil -como ya les transmitía en un post anterior- renovar los vagones del tren (Cospedal, Sáenz de Santamaría, etcétera) sin cambiar la máquina (Rajoy o un estelar Javier Arenas). Al final, lo que ha quedado del congreso ha sido una lucha, si cabe más descarnada, entre quienes son críticos y la nueva dirección. Pero, eso sí, teniendo al lado a un aliado inesperado para los primeros: José María Aznar. Eso de «respaldo responsable» a Rajoy suena como el «Eppur si muove» de Galileo Galilei ante la hoguera que la Iglesia le ofrecía. Por tanto, las cicatrices o heridas no han sido restañadas, sino, bien el contrario, están más en carne viva que nunca.
¿Ha habido perdedores y ganadores? Sin duda. El alcalde Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, se perfila como el hombre fuerte para los próximos años. Su inclusión, a última hora y por sorpresa, en un cargo inventado ex profeso para él (miembro del Comité de Dirección) deja bien a las claras que es el «delfín» de Rajoy. El hombre que -en caso de no ir las cosas según lo planificado- se posiciona como próximo Presidente y candidato dentro de tres años. En cambio, en el bando opuesto, Esperanza Aguirre y compañía se han quedado con un palmo de narices. Primero, al ver cómo los estatutos unían al candidato y Presidente en una misma persona (oportunidad que estaban esperando, claro está) y segundo, por asistir al ascenso de Gallardón «in pectore». Demasiado, en definitiva, para un mismo fin de semana.
¿Se acabó, por tanto, la crisis del PP? No. Como decía ante la primera pregunta: las diferencias son ahora mayores. Y los críticos a la gestión de Rajoy están esperando su próxima oportunidad -las elecciones europeas del año que viene- para volver a actuar. Un voto menos que en las anteriores, significará volver a la guerra otra vez. Un voto más, sin embargo, aplazará la lucha hasta el próximo congreso (si no se pospone como ocurrió esta vez) justo a un año de las Generales.