Este año ha girado totalmente en torno a la playa. Fueron tantas las cosas que le afectaron -y ninguna buena, por cierto- que el balance anual es malo. En San Lorenzo sucedió de todo. Desde que sus usuarios habituales tuvieran picores, pasando por aquellos tonos marrones inolvidables que tiñeron la bahía y lo de siempre: continuamos sin depuración en la zona este de Gijón. Una primavera y verano, sin duda, como para recordar. Hasta salimos en medios de comunicación nacionales, pero no precisamente por nuestro mar azul. Resumiendo, 2018 ha sido fatal en cuanto a que lo más preciado que tenemos, a la postre, el arenal de San Lorenzo, estuvo maltratado. No sólo en lo medioambiental, sino también por los múltiples ataques que recibió, a veces gratuitos. Además, tuvimos las manchas de carbón. Pensábamos que provenían del buque hundido «Castillo de Salas», pero puede que no sea así. Un reciente informe lo pone en solfa. En definitiva, seguimos dándole vueltas a la contaminación, algo que pasa a ser habitual.

En cuanto a la política, nada nuevo bajo el sol. Este año se ha mirado más que nunca de reojo a las elecciones. Con unos presupuestos prorrogados otra vez, un incumplimiento de la regla de gasto que hizo saltar las alarmas y la más que evidente parálisis municipal. Cientos de expedientes, en tema de subvenciones, se encuentran por tramitar o sin dinero. Eso sí, tuvimos dos buenas noticias. La aprobación definitiva del Plan General de Ordenación (PGO) que pondrá fin a «la noche más oscura» del urbanismo, junto con el consenso sobre el plan de vías. Objeto de protesta social, bien es cierto, debido a la incertidumbre sobre su futuro. La llegada de nuevo Gobierno hizo pensar en lo peor. La visita del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, aclaró algo el panorama. Ahora bien, nada de echar las campanas al vuelo. El levantamiento ferroviario en nuestra ciudad no va a ser fácil. 814 millones de euros de inversión no vienen como así desde Madrid. Hay que lucharlos.

FELIZ AÑO NUEVO.

@balbuenajm