Justo antes de las fiestas de Semana Santa tuvimos una estupenda noticia: por fin, el Consejo de Ministros aprobó el convenio del plan de vías. El Gobierno de Pedro Sánchez cumplió y puso en marcha el pasado miércoles, otra vez, nuestro levantamiento ferroviario. Sin duda, muy necesario porque llevamos esperando, ojo, nada menos que 17 años. Fecha en la que se puso en marcha el anterior convenio que nunca se materializó. El caso es que la maquinaria burocrática no ha parado de funcionar, puesto que, pocos días después, el consejero de Infraestructuras, Fernando Lastra, también ratificaba que sería autorizado por el Consejo de Gobierno del Principado. Algo que resultaba incomprensible a todas luces, porque, si fueron capaces de desatascarlo en Madrid, desde Oviedo no se podía fallar. Resumiendo, tenemos lo necesario para, al igual que en la película de José Luis Garci, «Volver a empezar». Recuerden que hasta hace poco nada estaba claro.
Ahora bien, me ha llamado la atención durante este largo tiempo de espera, la indiferencia con la que hemos acogido la mayor inversión de nuestra historia. Ver los comentarios en las redes sociales era descorazonador. Tal parecía que la obra importaba más a los políticos que a los propios gijoneses. Una especie de desganaba colectiva parecía inundarlo todo, bajo la falsa creencia de que esos 814 millones de euros de inversión -más de mil si contamos con las actuaciones ya realizadas- eran una especie de «nuevo grandonismo». Muy similar al que ocurrió en otra época y que trajo pufos considerables. Como digo, tal eran los desbarres por los vertederos sociales, que casi se prefería seguir como estamos. Es decir, ofreciendo una (no) estación de ferrocarril en la calle Sanz Crespo, además de una de autobuses vieja y obsoleta. Por no hablar, de un metrotrén inundado y que lleva parado desde hace casi 13 años. O dicho de otra forma: que una ciudad del siglo XXI puede dar la espalda a esta nueva forma movilidad, para seguir en el limbo actual. Ese donde las infraestructuras ni se platean porque siempre representan un derroche. Si pensamos que nuestro futuro está en pasear cada día por El Muro, nos quedaremos con esta idea de cómo debe ser Gijón. Al contrario, quienes creemos que tiene que ser vivaz y moderno, damos la bienvenida al plan de vías por lo que ello representa. Entre otras cosas, ponernos al nivel de ciudades de nuestro entorno como Bilbao.
Esto no quiere decir, obviamente, que todo esté hecho. Las aprobaciones del convenio por parte de las administraciones, no es más que el primero de los pasos. Quedan muchos más. Principalmente, pelear para que veamos máquinas trabajando. Es decir, que pasemos de los planos y maquetas al ruido y polvo. Algo que no puede demorarse mucho más allá, si se quiere finalizar el proyecto en 2025.
@balbuenajm