Asturias está harta de planes. Los hemos tenido de todos los tipos y colores. Para el área central, estratégicos o destinados a sectores específicos. Eso sí, al final siempre acaban igual: nunca se cumplen. El pasado martes sumamos uno más. El plan industrial que presentó en el Parlamento asturiano el consejero del ramo, Enrique Fernández. En el mismo, salpicado de grandes palabras, se remarca que la industria es «uno de los pilares de nuestra economía». Algo que tampoco es necesario resaltar porque todos somos conscientes de ello. Asimismo, recalcó que deberá ser «capaz de impulsar su competitividad, productividad, crecimiento sostenible e innovación». Seguimos igual: con deseos muy bonitos que luego nunca se llevan a la práctica. En resumen, seguro que este nuevo intento de dinamización acabará en un cajón -como tantos otros, repito- porque la realidad es bien diferente. Si me permiten, completamente distinta a la que nuestro consejero de Industria, Empleo y Promoción Económica nos pinta. Veamos cuál.

En estas mismas páginas, podían leer hace poco que nuestro paraíso ha perdido la mitad de su empleo industrial en medio siglo de reconversiones. Es decir, no hemos ido a más en cuanto a lo que se refiere al sector, sino a mucho menos. Sin ir más lejos, esta especie de nueva reconversión ecológica que estamos viviendo nos está pasando factura. Según los últimos datos del paro ofrecidos este mismo mes de enero, subió por el retroceso del sector industrial. O sea, pierde peso a raudales y eso se nota en su contribución al PIB. Actualmente está alrededor del 18%, cuando siempre estábamos por encima del 20%. Desde el Gobierno asturiano, nos prometen ser beligerantes con el Ejecutivo central y Bruselas. Falta hace porque ahí está el meollo del asunto. De poco valen lo que diseñemos aquí, mientras la todopoderosa ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se empeñe en darnos bofetadas cada vez que tiene ocasión. Lo hace al eliminar en la práctica el sistema de ininterrumpibilidad para los grandes consumidores de energía, no aprobar el Estatuto Electrointensivo, o recortar las emisiones de CO2. En definitiva, poner palos a las ruedas. Ya me dirán -en esa oficina que se quiere crear este plan para captar inversiones- lo que le podemos decir a las empresas. Vengan que van a pagar la luz más cara de Europa y encima le vamos a penalizar aún más sus emisiones. Estupendo.

Nuestro presidente, Adrián Barbón, es un optimista declarado. Incluso el consejero Fernández en esa misma línea, dijo que era necesario «acabar con los mensajes alarmistas». Bien, muéstrenme algo. Quítenos a los asturianos esa capa de escepticismo que tenemos encima. Transmítanos la impresión de que las cosas se ponen en marcha. De que hay hechos y no sólo palabras. Sólo con eso, fíjense, ya empezaremos a ver la luz al final del túnel.

@balbuenajm