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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Agua de borrajas.

Todo tiene que cambiar para que nada cambie. La famosa frase de la novela «El gato pardo» resume a la perfección lo que está pasando con nuestro plan de vías. Vamos, un auténtico «Déjá vu» de lo que hemos vivido durante dieciocho años: el tiempo que llevamos esperando en Gijón por una estación digna. Si recuerdan, nuestra alcaldesa, Ana González, rompió de manera unilateral el convenio que se había firmado en 2019 entre las tres partes intervinientes, a la postre, el Gobierno central, Principado y Ayuntamiento. Todo ello, con el cuento de que, si trasladábamos la intermodal desde donde estaba proyectada (en el entorno del Museo del Ferrocarril) a Moreda, sólo sería para bien. Reabriendo debates antiguos, como el de la centralidad, que ya habíamos cerrado después de sobarlos durante lustros. En Moreda, repito, estaba la tierra prometida. El lugar -lo más lejos posible del centro de comunicaciones que es El Humedal, claro- donde se haría más rápido, barato y mejor. Poco menos que nuestra primera edil nos dijo: menos mal que he llegado yo para arreglar esto. Sin embargo, estamos viendo que las cosas vuelven a la dinámica que el anterior convenio había conseguido romper. O sea, a no hacer nada. Dejar pasar el tiempo («as time goes by») y seguir exactamente igual. Con una estación de autobuses que se cae a pedazos y una provisional de ferrocarril que pierde viajeros a tutiplén.

Como prueba, sólo tienen que ver el borrador de los Presupuestos Generales del Estado presentados esta semana por Pedro y Pablo. En el mismo, se pintan 344.000 euros para acabar el estudio informativo de la terminal. Eso sí, aunque ahora, gracias a la mano salvadora de González, ni en ubicarla estamos de acuerdo. Dicho de otra manera: le hemos vuelto a poner ruedas. Para más inri, en la memoria de inversiones, capítulo «Mejora de líneas», dice: «Se continuarán los estudios de integración del ferrocarril en Gijón». Oigan, ¿qué hay que estudiar? ¿Es que no lo conocemos de sobra después de casi dos décadas de espera? Les cuento lo que va a pasar. El plan de vías permanecerá muerto y enterrado hasta 2023. La excusa: esta pandemia que nos asola y sus devastadores efectos. Ahora bien, ese año se acelerará. ¿Por qué? Muy fácil, llegan las elecciones y hay que presentar algo. Escucharemos que van a empezar las obras de forma inminente y cosas así para intentar captar el voto. Hasta entonces, no esperen absolutamente nada. Agua de borrajas.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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