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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Y de los autobuses, ¿qué?

Durante la pasada Semana Santa constatamos que el plan de vías va a menos. Esto es, cada día que pasa el proyecto mengua más. Si el convenio aprobado en 2019 contemplaba una inversión de 814 millones de euros, en esta nueva versión no sabemos exactamente cuál va a ser su cuantía final, pero por lo bajo. Primero, porque desde el Ministerio de Transporte (junto con Principado y Ayuntamiento) quieren hacer un apaño con el apeadero de Sanz Crespo en vez de construir una nueva intermodal. Y segundo, debido a que esto también afecta a la estación de autobuses que parece la gran olvidada de este asunto. Así, los técnicos municipales han instado al Principado para que defina «qué tipo de estación» pretende para Gijón. Todo ello, debido a que en el dibujo que facilitó el Ministerio -no se puede llamar a eso proyecto, ni mucho menos estudio técnico- por ningún lado aparece una terminal de autobuses. Según cuentan desde instancias municipales, al adosarla a la actual ferroviaria de Sanz Crespo se perderían al menos 5 dársenas, pasando de 35 como preveía el plan inicial de Moreda a 30. Es decir, los usuarios de este medio de transporte tendrían, no sólo que ir a cogerlo a un lugar mucho más alejado que el actual, sino que también su capacidad estaría más limitada que en una en otro ubicación. Recordemos que la única estación privada de autobuses que tenemos solo tiene una cosa buena: está en el centro. De lo demás, ni hablamos.

Por supuesto, las empresas del sector han puesto el grito en el cielo. La idea de llevar su parada a una máquina de perder viajeros -lo que ha sido desde hace diez años la provisional de Sanz Crespo- les pone los pelos de punta. Es más, desde el Gobierno asturiano tienen en mente hacer como una especie de metrotrén, pero para el transporte de viajeros por carretera. O sea, que se pueda parar en distintos puntos de la ciudad para dejar o captar pasajeros. Tengan en cuenta lo siguiente: si quienes viven de vender billetes sienten que esta terminal les va a perjudicar, en ningún caso se moverán a ella. Tendríamos, pues, la misma situación que ocurrió en su día con la estación ferroviaria de Jovellanos. Pensada para el largo recorrido, al final, acabó olvidada y repudiada. Ni los taxis querían tener parada. Todas las líneas de tren acabaron recalando en El Humedal, tal y como sucedió hasta que fue derribada en 2014. Por lo visto, seguimos queriendo tropezar con la misma piedra.

@balbuenajm.

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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