Es lo que parece ir ganando terreno en el plan de vías: una ola de resignación ante cambios sin ningún efecto práctico. Es decir, ante tanto papel y ni una sola obra programada en el horizonte. La situación, como estamos viendo, se ha vuelto a empantanar. Ahora, como dice nuestra alcaldesa, Ana González, estamos esperando por una declaración de impacto ambiental para cerrar el estudio informativo. La «parte contratante de la parte contratante» que diría Groucho Marx. A partir de ahí, se firmaría el tercer convenio que nace con tantos interrogantes como los otros dos que le precedieron. Asegura nuestra primera edil que esta versión es más barata y rápida de ejecutar, en contraposición a la segunda firmada y publicada en el BOE. Algo, sin duda, que resulta difícil de creer por los antecedentes. El que ahora sean 751 millones de euros de inversión en vez de 814 no garantiza absolutamente nada. La voluntad de terminar con nuestro eterno levantamiento ferroviario no solo se mide con dinero. Es también una cuestión política. Así mismo, nos contó que su puesta en marcha iba a ser fulgurante al trasladar la ubicación de la intermodal, pero estamos viendo que no. Sufre de la misma manera los rigores de la burocracia y la falta de empuje desde Madrid. A la postre, padecemos de los mismos males que antes. En otras palabras, se ha cambiado el plan únicamente para emplazar la estación en Moreda, tal y como era el ferviente deseo de nuestra alcaldesa.
Diría más, llevamos camino de sufrir el síndrome del soterramiento de Langreo. Un proyecto que comenzó a fraguarse hacia 2002 y sigue pendiente. Mucho más sencillo que el gijonés -tres kilómetros en el centro urbano- ha sufrido innumerables avatares. Tantos, como que lleva firmados seis convenios y ahora dicen que sus obras acabarán en 2023. ¿Alguien se lo cree? Pues así, con una buena dosis de escepticismo vemos en Gijón todo lo que está pasando en torno al levantamiento ferroviario. Resignados, repito, ante lo que parece un nuevo capítulo de un libro que nunca se acaba. Decía hace poco el consejero de Medio Rural y Cohesión Territorial, Alejandro Calvo, respecto a esa desconfianza de los gijoneses lo siguiente: «Tenemos que ganar de nuevo la credibilidad». En fin, no se puede expresar mejor la desilusión que nos invade. Esa credibilidad perdida de la que habla Calvo, nunca volverá hasta que veamos tres cosas: ruido, polvo y máquinas trabajando.
@balbuenajm