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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Esperanza, Fe o Milagros.

Sinceramente, no me parece que nuestra principal preocupación sobre el plan de vías sea ponerle un nombre de mujer a la estación intermodal. Debate que se inició la semana pasada por el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer). El Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana hizo pública su intención de dar nombres femeninos a las principales estaciones ferroviarias del país. Hecho que aprovechó nuestra alcaldesa, Ana González, para reivindicar que lleve el de una gijonesa ilustre. Nada que objetar, salvo por el pequeño detalle de que no tenemos estación a la vista. Digo más, la situación que vivimos con la guerra de Ucrania, afectará una vez más de forma notable al proyecto. Esto es, no sólo en cuanto precios por la subida constante de las materias primas, sino también en un aumento de plazos y escasa disponibilidad presupuestaria. Resulta innegable que todas las obras del Estado se van a ver afectadas por el conflicto bélico y nuestro eterno plan de vías, por supuesto, no será una excepción. Incluso yo diría que podría acabar congelado, como sucedió con la crisis del 2008. Por tanto, cómo se llame la intermodal ahora mismo no es lo más importante, sino que se lleve a cabo. Primero, firmando el convenio y segundo, claro, haciendo que se cumpla con rigor. Como digo, misión que se ha complicado hasta el infinito por el contexto que vivimos.

De hecho, a lo largo de la historia del levantamiento ferroviario gijonés ya hubiéramos podido utilizar varios nombres femeninos. En el 2002, cuando se constituyó la sociedad Gijón al Norte para desarrollar el proyecto, deberíamos de haber llamado a la intermodal Esperanza. Era una época de ilusión colectiva, donde creíamos que en Gijón acabaríamos con el problema de las sucesivas terminales fracasadas. Hacia 2011, con la inauguración de la provisional en Sanz Crespo, vimos que aquello iba para largo. O sea, que a Esperanza la debíamos cambiar por Fe. Imbuyéndonos, si quieren verlo así, de una especie de sentimiento religioso, donde es necesario creer en lo que no vemos por ningún lado. Ahora, después de 20 años esperando y haber variado de plan un sinfín de veces, no hay duda de cómo se debería llamar: Milagros. Sí, porque solamente un milagro divino (y de los gordos) hará que algún día veamos a Gijón con una estación de trenes y autobuses digna. Tenemos, pues, nombres de mujer donde elegir de sobra: Esperanza, Fe o Milagros.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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