Resulta evidente que el equipo de gobierno municipal se encuentra en su peor momento. En otras palabras: le llueven los palos internos y externos. En cuanto a los primeros, el hecho insólito de que nuestra alcaldesa, Ana González, no vaya a continuar debido a unas primarias forzadas por sus propios compañeros, ha representado un antes y un después. A la vista está que tiene una cicatriz que sangra en cuanto la tocan. No debe resultar nada fácil mantener el tipo cuando sabes que careces de apoyo en tu partido y se acerca el final del mandato. En cuanto a los segundos, esta misma semana hemos tenido la reprobación de uno de sus miembros: el edil de Obras Públicas, Olmo Ron. Todo ello, debido a su gestión como presidente en Emulsa por el presunto caso de acoso sexual a las trabajadoras. Algo que carece de efectos prácticos, pero que también duele y mucho. Máxime, en un Ayuntamiento que presume de ser feminista hasta la médula como el actual. Ron han conseguido poner de uñas, no solo a la oposición de derechas, sino incluso a quien se encuentra en su mismo espectro ideológico de izquierdas. Sin duda, un logro. Por otra parte, tenemos el tema del presupuesto. Es decir, se están incumpliendo los plazos para su aprobación y por eso vamos a entrar el año que viene en prórroga. Digamos que el meollo de la cuestión estuvo en las ordenanzas fiscales. Que no fueran aprobadas las subidas impositivas –un 30% en la tasa de basura, por ejemplo- descolocó a la concejalía de Hacienda. Es más, dejó KO al equipo de gobierno entero en cuanto su capacidad para cuadrar las cuentas. Desde entonces, parece que la desorientación e incertidumbre se ha apoderado del presupuesto 2023. En fin, yo diría que ni lo vamos a ver. Tenemos, pues, que preguntarnos si con este desgaste continuo no podemos dar por terminada la legislatura. O sea, si no estamos ya -como se dice en términos deportivos- en los minutos basura.
@balbuenajm