Parece que se perfilan dos temas para el debate en campaña. El primero, sin duda, la Movilidad a llevar a cabo durante la próxima legislatura. Las sucesivas anulaciones judiciales, tanto del «cascayu» como de la ordenanza de Movilidad Sostenible, han puesto la actual política en solfa. Los defensores de lo que hemos visto (padecido) en estos casi cuatro años, dicen que hay que elegir entre dos modelos. El de un Gijón del siglo XX con coches, humo y polución, o bien, uno verde, sostenible y sin un solo vehículo privado por sus calles, aunque en un futuro próximo ni contaminen. Ojo, en 2035 no se fabricarán vehículos diésel o gasolina. Lo ha aprobado esta misma semana la Unión Europea. Blanco o negro. El marrón, por lo visto, no existe. A quién sostiene que los objetivos hay que conseguirlos a un ritmo que sea asequible para el ciudadano, lo acaban tachando de negacionista. Es decir, la cuestión es crear una zona de bajas emisiones en La Calzada llena de restricciones, pese a que no tenemos (ni se le espera) un vial de Jove. También en el Centro, cuando sus niveles de polución son menores que en otros barrios. La cuestión, pues, es pastorear. Esto es, que la gente se vaya acostumbrando al modelo que yo digo, porque, claro, el ritmo lo va a marcar mi ideología. Eso sí, siempre que no me encuentre por el camino a la Justicia, que tampoco parece entender por qué tenemos que ir perdiendo derechos a tutiplén. El segundo, obviamente, es la reforma en El Muro. Después de la chapuza vivida, ahora los partidos parecen centrarse en dos propuestas. Una con un doble sentido de circulación flexible (PSOE) y otra con el tráfico soterrado (Foro). En ambos casos, por tanto, no existe un Rufo Rendueles sin coches. Dicho de otra forma: nadie excluye a ninguna forma de moverse. Supongo que algunos también dirán que eso es ser negacionista. Supongo, digo, que tampoco admitirán términos medios entre su cielo o ese terrible inferno.

@balbuenajm