Uno no entiende cómo se puede distinguir entre lo privado y público en cargos de alta representación. Me refiero, por ejemplo, a los actos en que participe el futuro alcalde o alcaldesa de esta ciudad. Si va a un evento privado, bebe más de la cuenta y luego choca con su coche, ¿no se armaría un escándalo? Eso ocurrió en Siero (2010) y dio lugar a una dimisión. Los defensores del reglamento de laicidad que esta semana aprobó la Junta de Gobierno es lo que sostienen. Restringen la asistencia de los ediles a celebraciones religiosas al ámbito privado, mientras que a nivel institucional no pueden participar. No sé, cuando tengan que ir a un funeral, ¿tendrán que llevar un cartel que ponga «estoy representándome a mí mismo»? Absurdo. El reglamento que se llevará al Pleno es mucho más «light» que el deseado por IU. A la postre, copia del que se implantó en el municipio de Rivas-Vaciamadrid donde gobierna la coalición. Con esto el PSOE salva el acuerdo firmado por los pelos y evita un desgate mayor. Sin embargo, como se trata de un tema ideológico -nadie en Gijón tiene problemas con la libertad religiosa- los puntos de esta norma siguen siendo tela. ¿Qué eso de que se promoverá la laicidad institucional en los centros públicos educativos (artículo 6)? Es más, como se queda corto para los intereses de sus promotores, nos hablan de que este «pildorazo ideológico» sólo es el primer paso. Quizá convirtiendo algún día esta nueva religión en obligatoria de facto. Lo normal, creo, es que el futuro primer o primera edil gijonés que salga de las urnas actúe en función de su criterio. A eso se le llama libertad. Desde luego, algo aprobado por otra Corporación no le puede imponer a dónde puede acudir. Tendrá que estar allí donde represente a los gijoneses. Por lo visto, seremos la tercera ciudad en España que va a tener un reglamento de laicidad. Estamos de celebración: somos pura vanguardia.
@balbuenajm