Fiel a su estilo, el ministro de Transportes, Óscar Puente, nos dejó auténticas perlas esta semana. En concreto, por la licitación de la nueva estación de tren de Valladolid, ciudad de la que fue alcalde. Así, respondió por su red social a un ingeniero gijonés que le reprochó lo que resulta evidente: en Gijón tenemos un tendejón provisional como terminal ferroviaria y una de autobuses cochambrosa. Algo que no pareció contrariar al ministro puesto que le respondió con un «A ver, que pareces un buen chico», en esas formas perdonavidas a las que nos tiene acostumbrados. Nota: debe ser que un servidor es muy mala persona y por eso me bloquea. Según Puente, el que por Valladolid Campo Grande vayan a pasar muchos más trenes y que la gijonesa sea termini, sirve para explicar el retraso de 23 años en la construcción de la añorada intermodal. Mientras que la de su ciudad va a ser realidad en apenas seis años (en 2019 se planteó formalmente su construcción), aquí todavía no tenemos ni siquiera redactado el proyecto (ahora nos dicen que para finales de este año). Puente, naturalmente, podía no haber echado sal en la herida. Sabe de sobra que en esta ciudad tenemos el tema a flor de piel. Ay, pero tenía que tocarnos las narices. Hacer una comparación odiosa para justificar una inversión de 253,13 millones de euros en una nueva estación «icono de la arquitectura ferroviaria», recordándonos lo pequeños e insignificantes que somos para él. Como digo, un tocamiento de narices en toda regla.
@balbuenajm