Siempre he sostenido que la política tiene mucho en común con el deporte. En un equipo de fútbol, por ejemplo, cuando los resultados no acompañan, la afición normalmente pide que se cambie directamente al entrenador. Esa famosa frase de «No puedo despedir a los 23 jugadores de la plantilla», es la que utiliza el presidente de turno para ajusticiar al técnico. Pues bien, quizá por eso, porque en el deporte también lo que cuenta son los resultados ante todo, me sorprende cada día más lo que está pasando en el Partido Popular. Parece como si se afianzase la tesis de que, cambiando parte de la plantilla (Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz o el valenciano González Pons para formar parte del nuevo equipo), se pudiese ganar la próxima liga después de haber perdido dolorosamente una anterior. Es decir, que con el mismo entrenador, más o menos una táctica similar y algunos retoques entre los jugadores, eso fuese posible. Bien, tengo que decir que a mi entender no, que veo cuando menos difícil que pueda ser así. El Partido Popular necesita algo más que mover la segunda línea si quiere llegar con posibilidades a las elecciones del 2012. Porque, si lo piensan bien, ¿qué dibujo táctico nos puede ofrecer el actual entrenador que no haya practicado ya? ¿Cambia algo acaso el que sus jugadores sean más o menos nuevos cuando, al final, en una liga llamada elecciones, el que tiene que dar la cara ante los ciudadanos es él?

Siempre he sostenido -bien lo saben los amigos de Retorcida Realidad- que quien salga del futuro Congreso será el candidato en las elecciones. Para nada se harán, ni primarias, ni un nuevo Congreso aunque toque antes de los comicios (el actual, recuerden, viene de aplazar el del 2007). Quien salga elegido como Presidente del Partido Popular en junio, será el candidato a las Generales dentro de 4 años. Mariano Rajoy lo ha dicho claramente este fin de semana, «Estoy con fuerza, ganas e ilusión para intentar ganar las próximas elecciones». Blanco y en botella…