El atentado de esta madrugada en la casa cuartel de la localidad alavesa de Legutiano, deja bien a las claras una cosa: la banda terrorista está más débil que nunca. Sí, puede parecer un contrasentido pero es así. Se siente sola y cada vez más arrinconada, completamente ajena a la sociedad que, quizá, erróneamente, algún día la justificó. Está dando los últimos estertores haciendo lo único que sabe, matar. Esta vez, desgraciadamente, ha segado la vida de un guardia civil puesto que, de una manera vil, ni siquiera ha avisado del coche bomba. Pero, efectivamente, sus acciones son cada vez más repudiadas incluso desde su entorno que, si no se manifiesta, es por auténtico y puro miedo a que ellos sean los siguientes en la lista. Aquel discurso de «Son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta» que tanto la amparó, toca a su fin. La prueba: las recientes elecciones generales. Que el PSE haya ganado en feudos tradicionalmente nacionalistas y con un tiro en la nuca como manera de influir en la campaña, no deja lugar a dudas: algo se está moviendo en la sociedad vasca y es en dirección contraria a todo lo que hasta ahora habíamos visto. No creo que el camino por recorrer sea fácil ni mucho menos, pero, cada día, el fin de ETA está más cerca.

Y quizá por eso, porque habría que concentrar todos los esfuerzos en este objetivo, tienen poco sentido todas las veleidades políticas que de vez en cuando nos ofrece el Lendakari Ibarretxe. Esta vez, ha sido por genero epistolar señalando al Presidente Zapatero la falta de diálogo ante su propuesta independentista. Bien, no están muy lejos las elecciones autonómicas en el País Vasco, auténtico termómetro de lo que está pasando en la sociedad. Mucho me temo que, una vez más, como ya sucedió en las anteriores, los ciudadanos le señalen que ése no es el camino que quieren recorrer con unos malos resultados.