Sí, ya sé que me dirán que hay que esperar. Que es, en definitiva, demasiado pronto. Que hace poco que se creó y, por tanto, todavía no sabemos muy bien, ni para qué sirve, ni qué función tendrá. Que, en resumen, no podemos juzgar. Pero, lo siento, cada día considero más inútil el Ministerio de Igualdad. Lo veo absolutamente fantasmagórico, algo creado con el mismo material que una nube para dar publicidad a un tema en boga y políticamente correcto. Vale que sí, que existe una Ley sobre el tema y, guste más o menos, habrá que cumplirla pero, para desarrollarla, pregunto, ¿hacía falta crear todo el entramado burocrático que un Ministerio representa? ¿No valdría más que de sobra con una Secretaría de Estado? Si cada vez que tengamos que vigilar el cumplimiento de una determinada ley hay que crear un Ministerio, ¿tendremos acaso que diseñar uno para que se cumplan las normas de tráfico, otro para la Ley de Arrendamientos y, quizá, alguno para vigilar los abusos que se comenten por Internet?

Bien, su presupuesto es de 43 millones de euros (sólo la sanidad asturiana tiene más de 1.300). Su Ministra -ante esta evidente escasez de fondos- dice que no es un Ministerio inversor, pero, si ponen las palabras «Ministerio de Igualdad» en su «Google», ni siquiera les aparecerá una web propia. No sabemos, a esta hora, ni cuál es exactamente su función, ni cómo se va a organizar más allá de los relamidos tópicos que todos conocemos y se repiten hasta la saciedad. Por tanto, a mí me parece que no deja de ser un «déjà vu» (lo ya visto) de cosas como nombrar a Montilla o Joan Clos al frente del Ministerio de Industria. O sea, para aparentar.