La verdad es que ni siquiera había reparado en ello. Sí, en lo de que en la toma de posesión de los ministros estuviera encima de la mesa una Biblia y un crucifijo. Siempre lo vi, la verdad, todo tan formal y educado que sería, no sé, como fijarme en qué traje llevaba el Rey ese día o si la Princesa Letizia iba de Dior. Algo, en definitiva, que para mí carece de valor. Sin embargo, el próximo martes parece ser que eso va a ser objeto de debate en el Congreso. A propuesta del diputado de ICV se someterá a votación el que esté presente o no en las ceremonias protocolarias ambos símbolos. Sostiene Joan Herrera que «se debe eliminar toda simbología religiosa como corresponde a un Estado aconfensional». Dice además «que esto sigue siendo la asignatura pendiente de España como Estado laico» y propone una pregunta inquietante (según él, claro está), «¿No tendría derecho un futuro ministro musulmán a exigir el Corán?».
Bien, vayamos por partes. Nunca escuché a ningún protagonista de la ceremonia, o sea, a los que van a ser nombrados ministros, protestar por el tema. De los actuales, todos, absolutamente todos, prometieron el cargo y, sin embargo, nadie dijo nada por tener un crucifijo o una Biblia delante. Es más, yo creo que si el protocolo oficial que viene desde un Real Decreto del año 79 sólo tuviese la jura como método, lo harían igual. Estarían encantados. Por tanto, ¿a quién molesta que existan tales símbolos si existen dos fórmulas para la toma de posesión? En cuanto a lo segundo, esto es, a lo de un ministro musulmán. Bueno, pues, si eso se diera le pondríamos el Corán y no pasaría absolutamente nada. Y si fuese judío y quisiese la Torá, también. En definitiva, que ya estamos muy maduros como para superar ciertas cosas sin mayores problemas…