Sucede que el empleo ha dejado de ser un argumento irrefutable para la captación de inversiones. Lo digo, claro, por la polémica que está generando la planta de pirólisis prevista para El Musel. En otros tiempos, este proyecto de 74 millones de euros y 70 empleos directos sería a todas luces bienvenido. Máxime cuando en un futuro se puede incrementar el desembolso hasta los 120 millones y 700 puestos de forma indirecta. Sin embargo, ahora no. Se prima la salud sobre el trabajo, quizá por los excesos que se cometieron en el pasado. Las dudas medioambientales que suscita el reciclaje de plásticos -tampoco aclaradas desde la Administración- están generando un rechazo vecinal importante. Incluso provocando desavenencias entre los propios partidos que se encuentran en modo electoral. Sorprende, aunque no tanto, las surgidas entre el candidato socialista y la alcaldesa. Mientras Luis Manuel Flórez, «Floro», se muestra contrario a su instalación; Ana González asegura que «será una fábrica limpia». Algo que a los barrios afectados no parece convencer demasiado. Por su parte, el Principado, donde se captó la inversión, nos pide que esperemos a completar la tramitación medioambiental. Tampoco quiere mojarse mucho a favor o en contra. Recuerden: estamos a menos de dos meses de acudir a las urnas. En cualquier caso, hay que entender que la zona oeste de Gijón tenga una especial sensibilidad con la contaminación. En ese pasado no tan lejano tuvieron que tragar (literalmente) con cualquier industria que allí se instalaba. Por tanto, es lógico pensar que hayan dicho basta. O sea, que la actividad económica no sirva como poderosa razón para admitir cualquier cosa. Quieren y necesitan algo más: la seguridad de que la calidad de su aire no va a empeorar aún más. Sin duda, han adquirido sus propios mecanismos de defensa y no les podemos quitar la razón.

@balbuenajm