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Angel Alonso

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Por si no estaba suficientemente claro, en los últimos días Donald Tusk nos ha dejado nítido que el asunto de Grecia iba de dinero, aunque más bien debería haber dicho de ordoliberalismo. En él se encierran todas las claves del proceso “negociador” con el país heleno y  de un modelo alemán  difícilmente exportable fuera de su contexto.

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Tengo una posición ambivalente respecto al proceso griego y este su reingreso en la Unión Europea. ¿O más bien deberíamos llamarlo recuperación? No importa, (G)reentry valdría en ambos casos.  A mí, como a la mayoría de los ciudadanos, me gusta cumplir con mis compromisos y, por tanto, entiendo la posición de quienes reclaman cumplir lo acordado a las autoridades del país heleno. Pero el dinero no debe cegar a quienes dirigen los designios de Europa, personas a las que se les exige una mayor altura de miras. La sola posibilidad de que Grecia saliera del Euro era ya una tragedia (o un esperpento, como prefiere denominarlo algún colega) y la pérdida de credibilidad ya es irreparable. No concibo que en una crisis como esta, en la que Europa se jugaba tanto, la mayoría de los países europeos se alineara con la corriente que propugnaba el Grexit. Y no soy el único al que le parece que el proyecto europeo se ha debilitado debido al rencor y los resentimientos. Me temo que hay una intencionalidad política y se ha visto la posibilidad de escarmentar a un partido heterodoxo, incómodo. Las formaciones tradicionales ven con terror el surgimiento de nuevas opciones políticas en todos los países y han apelado al miedo para convencer a los indecisos de que son ellos o el caos. Así que es probable que en Grecia hayamos asistido una vez más a una “profecía autocumplida”.

Todavía no sabemos cuáles son las líneas maestras de la política de Syriza porque desde el primer momento han tenido que dedicar todas sus fuerzas a tratar de revertir una situación que, por cierto, ellos no han generado, sino los partidos que se integran en los principales grupos políticos del parlamento Europeo. Sin embargo, tal parece que todos los males de Grecia se hayan producido en estos seis últimos meses. No sé si la posición adoptada por Syriza ha sido la más inteligente pero, desde luego, ha sido la más coherente con el mandato que recibieron de sus electores. Por eso, quizás, golpeando en el trasero de Grecia todos hemos recibido la advertencia de que no se pueden romper las reglas del juego. Ni siquiera se puede osar cambiarlas.

Sinceramente, pensé que la dimisión de Varoufakis respondía a la clásica jugada de ajedrez en la que sacrificas la Reina peso acabas ganando la partida, pero a la vista de los acontecimientos, más bien diría que Varoufakis se temía un jaque mate tras el refefréndum. Si es así, aplaudo su decisión, no puedes gobernar traicionando tus promesas electorales, algo que en España deberíamos tener muy presente, y no solo lo digo por el actual gobierno.

La conclusión de esta tragedia griega, o al menos esa es mi opinión, es que estamos alejándonos cada vez más del “modelo social europeo”, entendido en los términos en los que se planteó en el Libro Blanco sobre la política social en los años 90. Si la intención era que el progreso económico y social fueran inseparables y que la competitividad y la solidaridad caminaran de la mano en la construcción europea, en el actual modelo se están reforzando solo algunas de estas partes de la ecuación. Desde luego, se avanza en la economía de mercado y puede que también en los derechos individuales de la democracia, pero se observan algunos retrocesos en algunas de las líneas maestras del proceso, tales como en la mejora de las condiciones de trabajo, la protección social y la solidaridad. Y esto es algo que está calando en la sociedad. Nada más tenemos que ver las reacciones que el asunto de Grecia ha suscitado en buena parte de la sociedad europea y española. Quizás porque hemos olvidado de dónde venimos.

Tony Judt solía argumentar que el “modelo social europeo” debía ser el contrapunto del “american way of life” y, en cierta manera, yo creo que se ha perdido este espíritu. A veces me sorprendo yo mismo cuando oigo a algunos de mis colegas sociólogos argumentar en términos de los más firmes defensores de la ortodoxia económica europea. Como decía El Roto en una de sus geniales viñetas “¡qué curioso, si miro mucho tiempo a los números, luego veo borrosa a la gente!

Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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