Hay motivos para sentirse orgullosos de ser sportinguistas. En Anoeta, el equipo gijonés volvió a ganar, como lo hizo en 1994, en su primera visita. Entonces fue un gol de Muñiz, el que sirvió para ganar y para renovar el contrato de García Remón.
Ayer, le tocó a Diego Castro. Con la misma rotundidad. El gallego se estrenó como goleador esta temporada. En un año importante para él, mientras los encargados de las negociaciones para que renueve su contrato y no se marche gratis en junio siguen parados. El tanto llegó muy al final, pero debió resolverse antes, por merecimientos propios. Y se rompió un gafe, el de dejar de perder con el colegiado Hevia Obras a domicilio. Si en otras ocasiones fue un elemento determinante en el partido, en Anoeta fue correcto. Con tintes caseros, pero correcto. Esta vez, aunque puse la herida antes de la venta, debo reconocer que no hubo tal herida, lo cual es bueno, para el Sporting, para el propio Hevia Obras y para el arbitraje.
La justicia del resultado, generalmente, te la da la calle. Al regreso al hotel, tras celebrar el triunfo con una buena cena en el restaurante Anastasio, un foco gastronómico y futbolístico típico de San Sebastián, el taxista de turno me reconoció el buen segundo tiempo del Sporting y auguró que este año es el de nuestro ascenso. Dicen que los taxistas son los que más saben de las cuestiones populares.
Fue un gustazo ver la salida del campo, con el autocar del Sporting rodeado de aficionados que desbordaban alegría. Gente entusiasmada que cree en este equipo.
Por cierto, con tanta buena gente que hay en San Sebastián, una veintena de desalmados rompieron la buena armonía que se registraba entre las dos aficiones. En pleno Casco Viejo, un grupo de malas personas, equipadas con bates de béisbol, puños de hierro, cabezas rapadas y botas militares entraron a saco contra todo lo que tenía detalles rojos y blancos. A la llegada al campo, también la tomaron con un autocar que, supuestamente, transportaba a los Ultra Boys del Sporting. Y desde un rincón del campo, este grupillo de ¿aficionados? blanquiazules nos dedicaban el cántico de ‘españoles, hijos de puta’.
Pues, pese a esa veintena de impresentables, me encanta San Sebastián, la ciudad de mis amigos Iñaki Sagastume o Iñaki de Mújica. En la Bella Easo hay gentes de bien, que nos permiten sentirnos a gusto, disfrutar de su belleza, al margen de cualquier ideología política, social o deportiva. Que nadie olvide que las conductas antideportivas sólo provocan revanchismo, quenos marcan a todos los que estamos en los alrededores. Seguro que muchas gentes de San Sebastián recuerdan aquel mayuo de 1981, cuando quedaron campeones de Liga en Gijón, por primera vez en su historia. Las atenciones fueron ejemplares. La veintena de valientes equipados con armas seguro que ni habían nacido o no tenían uso de razón, sin que ello sea justificacióln para que sigan sin ella.
Ahora sólo pienso que a esta hora me acuesto líder, con un equipo que aún no sabe lo que es perder y que se dedica a jugar al fútbol, no a humillar a sus rivales, como presume don Lobo, manque pierda. Vamos a soñar en junio, pero antes hay que pensar en ganar al Celta, aunque previamente es aconsejable disfrutar del triunfo de Anoeta. Justo triunfo de Anoeta.