La Federación de Peñas envió el Molinón de Plata al señor Congo por Seur, después de que el colombiano rehusara atender la llamada de las Peñas. Su táctica fue similar a la que utilizó con los medios informativos y con los clubes que querían negociar su fichaje.
Ganado en el terreno de juego y otorgado por las peñas de forma mayoritaria, no se le puede quitar el trofeo, pero la forma de entrega no deja de ser una muestra de protesta por el rechazo al cariño que recibió en Gijón. Más de una peña e incluso el consejero Mariano Fernández Prendes sugirieron buscar una fórmula para prevenir casos como este y pasar el mérito al segundo clasificado. No hubiera sido justo, al margen del decepcionante proceder del colombiano.
El jugador colombiano despertó de su letargo cuando se enteró a través de las emisoras de Huelva que ya no estaba invitado a la fiesta de las Peñas y su trofeo se le enviaba por un mensajero. Incluso se sintió ofendido, porque tenía pensado venir a Gijón el día que el Recreativo juega en el Camp Nou. Quien sabe si el señor Congo ya tiene conocimiento de que no va a estar ese día en la lista de convocados, pese a que se desconoce si el actual entrenador va a sentarse en el banquillo del campo azulgrana, dada la racha de dudas del equipo onubense en la Liga.
Si el señor Congo se presenta en El Pinal el próximo día 24 seguro que habrá diversidad de opiniones. El colombiano tiene seguidores que lo defienden por encima de todo, pero también encontrará una oposición por el estilo utilizado en las relaciones con el Sporting y todo su entorno. Que no le eche la culpa ahora a un supuesto representante, porque fue el propio Congo quien facilitó el nombre de José Torres a los clubes con los que negoció.
Ahora que logró su objetivo de pertenecer a un club de Primera, hay que desearle suerte. De momento, parece que no tiene mucha, porque su participación se reduce a dos entradas en juego en sustitución de otro compañero, con un total de 70 minutos jugados y una tarjeta recibida. Estas estadísticas no deben preocuparnos. En Gijón, el doctor Congo ya es historia.