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Manuel Rosety

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Una de árbitros

Parece que me tengo ganado el sambenito de enemigo de los árbitros. Al menos, deduzco que una buena parte de participantes en este blog así lo interpretan. Cada uno es muy libre de pensar como mejor le parezca más oportuno, lo que es, al menos por mi parte, muy respetable.

Sin embargo, me gustaría hacer una matización. Ese sambenito lo admito en contra de los malos árbitros, no en el caso de los que son normales o buenos, que, aunque no muchos, alguno queda. Los buenos, aunque a veces se equivocan, como humanos que son, la valoración sobre su trabajo no es la misma. A medida que los árbitros le tocan al Sporting se les conoce mejor. El problema radica en que hay bastantes más malos que buenos o regulares.

No creo que nadie que tenga alguna predilección por los colores rojos y blancos pueda decirme que le gusta la forma de arbitrar de Rodado, quien está perdido hasta fuera del campo. O de Mateu Lahoz, un teórico juez que ejerce de tal sin saber impartir justicia. Sin querer justificar la acción de Míchel en Córdoba, no es de recibo que la patada anterior de Endika haya quedado sin sancionar. Ni siquiera la falta, lo que no tiene disculpa de ningún tipo.

Hace cuatro años, cuando el Sporting llegó a picar a las puertas de Primera, con Marcelino en el banquillo, se desató una campaña en contra de los rojiblancos, por unas manifestaciones del entrenador tras ganar al Alavés en Gijón y haber sufrido un arbitraje calamitoso del extremeño Valle Gil, afortunadamente ya retirado. Este gremio vengativo y corporativista para lo que les interesa, abrasó al equipo gijonés, al margen de las limitaciones propias que pudiera tener la plantilla. No se me puede borrar de la memoria los nombres de Esteve, Arcas Piqueres o Herráez Prieto, ya desaparecidos del mapa profesional, o los Rodado, Martínez Franco, Bernabé García (Valladolid en la campaña anterior), José Luis Gozález (Cádiz y Murcia en la temporada pasada) o Pérez Lima, que siguen creando problemas.

En la campaña pasada, las quejas de Preciado se pagaron con embarcazos de tomo y lomo. A lo mejor, como dice mi amigo Díaz Vega, hay que estar a bien con el estamento, pero eso es un aspecto que afecta a los que están dentro. A mí no me van a sacar tarjetas rojas o amarillas por llamar incompetente a un árbitro, del que puedo opinar sobre sus actuaciones.

El problema que tiene el arbitraje y, de rebote, el fútbol, es que hay muchos árbitros que no tiene calidad para desarrollar su labor. Y ese problema tienen que solucionarlo y limpiarlo los señores que están al frente del colectivo, como Sánchez Arminio o mi amigo Díaz Vega, que fueron dos excelentes colegiados, ejemplos de lo que debe ser un árbitro. Cracks como Mejuto, que lo es dentro y fuera del campo, hay muy pocos. Por cierto, que le hablen al langreano de corporativismo cuando quedó fuera del Mundial por el mal estado de forma de los dos auxiliares que le tocaban.

Para el domingo tenemos a un árbitro canario, Alejandro Hernández, que es debutante en la categoría. Tiene unas estadísticas de asustar. Una media de una roja y ocho amarillas por partido. Puede considerarse que es prejuzgar, pero estos números de Guiness dan miedo.

Y como aclaración final, apunto que los desmanes que los malos árbitros hacen con el Sporting no son motivo para olvidarnos de los problemas que tiene el equipo en los momentos puntuales con falta de concentración o despistes en estrategias que costaron la mayoría de los goles o los fallos clamorosos ante las porterías contrarias. Ese problema no es de Sánchez Arminio o Díaz Vega. Tiene que solucionarlo Preciado. Es mi punto de vista, personal e intransferible.

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El universo rojiblanco tal y como lo vive su principal cronista


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