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Manuel Rosety

Sportingmania

Un error histórico

Todo está preparado para el cambio de imagen de El Molinón. Supongo que estará, porque las obras iban a comenzar en setiembre y aún no está terminado el proyecto definitivo. El tema puede tener su polémica, pero no me escondo para dar una opinión personal e intrasferible, sin que tenga condicionamientos políticos. En ese aspecto puedo presumir de estar libre de vinculaciones. Por eso, me meto en esta piscina, espero que con agua, a petición de un seguidor de este blog, alq ue agradezco su fidelidad, como al resto de itnervinientes.

No se dan explicaciones congruentes a los retrasos, en un año en el que el centenario del vetusto campo gijonés, que acogió tantas tardes de gloria y pasión en este tiempo, parece que va a pasar inadvertido. Los políticos, preocupados con el 9M, no parecen tener en cuenta lo que se aprobó para hacer en El Molinón. Quien conoce el campo por dentro sabe perfectamente que con nueve millones de euros no es posible hacer una obra digna. Ni con doce.

El Molinón sólo tiene como solución un derribo por fases, como hicieron en Málaga o Cádiz. Las estructuras están seriamente dañadas. Un parte de culpa la tiene que en 1981, con motivo de la remodelación con vistas al Mundial de 1982, no se hicieron las cosas como se debian haber hecho. El proyecto de los hermanos Miranda era una obra de arte, una ‘bombonera’, pero se optó por dar la concesión de las obras a una empresa controlada por una arquitecta, cuyo señor marido era concejal del ayuntamiento. Así nos sorprendió doña María del Mar Benito, arquitecta y señora de don Aladino Cordero, con un campo de siete alturas y hasta con zonas ciegas.

El diseño sólo afectó a las caras más visibles, pero los usuarios de los fondos y de la tribuna lateral que colinda con la zona del rastro pueden constatar lo irracional de la instalación.

El Molinón se quedó viejo. Muy viejo. El mantenimiento aplicado es el mínimo para la práctica del fútbol. Las penurias del Sporting no permiten inversiones y el ayuntamiento no invierte en El Molinón, pese a la repercusión que da el Sporting y a la utilización de la instalación para determinados conciertos.

La solución de El Molinón pasa por un campo nuevo. Para eso hay dos opciones. Una, derribar el actual por fases, lo que supondría una inversión de no menos de 60 millones de euros, para adecuarlo a las normativas de UEFA y de FIFA. Otra, hacerlo en otro lugar. A 500 metros, en La Guía, es posible, por poner un ejemplo. En este caso, la inversión dependería de la rentabilidad que el ayuntamiento pudiera hacer a una recalificación. Si la controla el mismo consistorio, no habría dudas para pensar en enriquecimientos de empresas privadas, prevaricaciones, pelotazos o similares.

La solución está decidida por unos políticos que dan la espalda a una realidad que no les interesa. Sólo falta ver cuánto retraso van a proporcionarnos para una obra que se lamentará mucho tiempo.

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El universo rojiblanco tal y como lo vive su principal cronista


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