Preciado descubrió uno de los males del equipo. Incluso parece que el principal, al menos en El Molinón. Se trata de la presión anímica que deja desolado a nuestro querido Sporting cuando le encajan un gol en el vetusto campo gijonés que, dicho sea de paso, va a sufrir una remodelación histórica a precio de ganga, piscina incluida. Fuera de Gijón, por lo general, es diferente, al menos por lo que pasó recientemente en Córdoba y El Ejido.
Respeto el trabajo de los sicólogos, que en los últimos años también fue aplicado al fútbol. Dicen que con buenos resultados, aunque no creo en este tipo de terapias para lo que se entiende estrictamente como fútbol. Podrá tener sus efectos personales, pero en momentos puntuales de un partido, no creo que la labor de un sicólogo pueda tener alguna influencia.
Eso del estado anímico está muy bien como justificación cuando no se encuentra otra, pero no cuela. Por esta misma regla, habría que tener una sensibilidad especial con el trabajador que está a las siete de la mañana colgado de un andamio, con lluvias y vientos, para que al final de mes le llegue el sueldo ramplonamente, después de pagar el recibo del Sporting y sin que nadie le pregunte cómo se encuentra anímicamente.
El problema del Sporting es de ordenación futbolística. En casa sólo se ganó con comodidad al Poli Ejido, en un partido que se encauzó pronto, ante un rival con una defensa plagada de dudas. En el resto, incluso los equipos que perdieron trajeron en jaque a los rojiblancos. El Albacete fue más que incómodo y perdió con una genialidad de Kike Mateo. Los partidos contra el Cádiz y el Alavés también tuvieron sus polémicas.
La llegada de Hidalgo y Bilic parecía que había cubierto los huecos que reclamaba el entrenador, pero, de momento, no fueron una solución, como se esperaba. Fuera, al Sporting le resulta más fácil jugar. Cuentan los expertos en técnica y táctica que los dos centrocampistas se dedicar a recuperar balones y la rapidez del contraataque permite aprovechar espacios libres. En casa, el panorama cambia. Hay que saber llevar el balón. Y no es consuelo que el Celta, la Real y el Elche también tengan problemas en sus campos.
Por cierto, ¿cómo está la recuperación de Andreu? Se lesionó el 16 de noviembre, tiene el alta médica desde el nueve de enero. Tal vez su ausencia se deba a que acaba contrato en junio y ahora se duda mantener la oferta de renovación que se negociaba hace tres meses. No es fácil entender estos cambios de criterio.
Según la Liga en casa, el Sporting lindaría el cuarto puestos de descenso, igualado con el Córdoba y el Albacete, por encima del Hércules, Xerez y Racing de Ferrol. Es un dato que tal vez pueda rebatirse con la teoría de que los puntos valen igual fuera que en casa, pero parece lógico que ante la propia afición haya otro estímulo.
El caso es que el equipo tiene un problema serio, pero como en el fútbol nadie tiene la culpa, puede aplicarse lo que decía mi bien amigo, tristemente desaparecido, Chisky Morán: la culpa es del empedrado.
PD.: Vega-Arango invitó al palco a los dirigentes del Oviedo en el partido del pasado domingo por la tarde. El fair play del presidente rojiblanco no tiene límites. Ni aunque haya recibido repulsivos desplantes. No se dignaron de aparecer ni para saludar. Invito al señor Prado a que provoque otra nota oficial de desmentido, como misión de una de sus aficiones. Hace tiempo que sé que le gusta ser bombero. También se dice apagafuegos. Una cosa son las relaciones rotas y otra la buena educación. Y, quién sabe si Gabino, ahora que quiere hacerse amigo de Gijón, recomienda pagar o paga los 9.000 euros que debe el Oviedo.