El Sporting especial. Más bien atípica. Está la resaca de un mal partido ante Las Palmas, una situación que empieza a desarrollarse dentro de un mundo de dudas, aunque también de esperanza. Los que fueron buenos en los primeros nueve partidos ligueros no pueden ser malos ahora.
Pero, al margen de lo pasado y de lo que se espera en Elche, la semana está marcada por el nombre de Quini, quien el domigno se apartó temporalmente de su cargo. Pudo hacerlo una semana antes, pero esperó a darle la alternativa a Hidalgo. Quizá porque lo tenemos cerca, porque tiene un carácter bondadoso, sin decir no a nada, con la sonrisa siempre en los labios, dispuesto para la foto o para el autógrafo que le pide uno, dos o cien aficionados, para la broma y para dar a la vida un sentimiento especial de alegría y por otras muchas cosas más no valoramos quien es el Brujo.
En los desplazamientos del Sporting se aprecia mucho más la admiración que hay en el mundo del fútbol por Quini. Recuerdo cuando jugaba en el Bosco Ensidesa, en juveniles. Era extremo izquierda. Llevaba el 11 a la espalda. La primera vez que lo vi fue en La Boroñada, contra La Braña. En 1967. Tocó un balón. Los defensas no sabían como. Ganó el equipo avilesino 0-1. Detrás estaba Susi, de portero, que era como llamaban deportivamente a Castro. Tuve muchas ocasiones de tratarlo. De jugador, de ex futbolista y de delegado. Puedo asegurarle que es un fenómeno, lo que ahora se dice un crack. En todos los sentidos. Un tipo que merece la pena.
Espero ver pronto a Quini en su sitio. En Mareo, desde la oficina a los vestuarios, en la recepción del hotel o en su silla, al lado del banquillo, con la sonrisa y con la broma. Antes, deberá luchar contra un tumor, contra el que nos gustaría poder luchar todos y con todas las fuerzas. Como dicen los mensajes, el Brujo tiene que rematarlo con el disparo más potente.
Quini es de carne y hueso, pero se ganó convertirse en leyenda. Es el mejor jugador de toda la historia del fútbol asturiano y uno de los mejores del concierto nacional desde que el balón empezó a rodar en España. En Inglaterra, seguro, se le habría dado el tratamiento de Sir Quini, aunque no por ello dejaría de ser un hombre del pueblo. ¡Qué grande eres, Brujo!