Salimos hacia A Coruña, con la A delante, como se dice ahora. Se espera una caravana de las que hacen época. España entera, la futbolística, no da crédito a lo que mueve el equipo gjonés.
Un desplazamiento tan masivo confrma a la capital coruñesa su lema publicitario de ‘la ciudad donde nadie se siene forastero’. Hoy es difícil sentirse foráneo, porque cada dos metros hay una bufanda rojiblanca.
La hostelería gallega se frota las manos. El seguidor rojiblanco no es de los que llega una hora antes del partido con el bocadillo y la bota bajo el brazo. Suele ir el día anterior y se gasta el dinero. Por eso nos quieren en todos los sitios.
Deportivamente es un partido esperanzador, aunque no me gustan tantos cambios. Si las cosas funcionan, no veo motivo para que empiecen los carruseles, por el mero hecho de que el miércoles hay Copa. Lo primodial es la permanencia y sacar puntuar en Riazor sería un espaldarazo fenomenal. Se ganaron dos partidos seguidos, pero sólo hay dos puntos de ventaja sobre el colista.
Como siempre, el balón caprichoso decidirá. Si entra, la razón será de Preciado. Si no, lamentaremos tanta variante. Que haya suerte.