Aquel 9 de octubre llovía con intensidad en Oviedo. Cerca de 300 siderúrgicos emprendían la mayor gesta del movimiento obrero asturiano hasta entonces conocida. En dieciocho días, tras recorrer quinientos kilómetros andando y cosechando gestos de una solidaridad inusitada, se plantarían en Madrid ante la sede del Ministerio de Industria en la Castellana, que por entonces ocupaba Claudio Aranzadi, para mostrar su rechazo al plan de reestructuración de la siderurgia. Otra columna de trabajadores saldría del País Vasco.
La reconversión de los noventa supuso el mayor hachazo de cuantos ha sufrido el sector en toda su historia. Altos Hornos de Vizcaya quedó desmantelada y la plantilla de la siderurgia en España pasó de 25.000 trabajadores a poco más de 14.000 en seis años. La ‘Marcha de Hierro’ no consiguió doblegar los planes del Gobierno ni las enormes presiones de socios europeos para recortar la capacidad productiva de España, pero sí al menos impidió que el ajuste laboral fuera más dramático. El saneamiento de la empresa resultante de la fusión entre AHV y Ensidesa resultó costosísimo para las arcas del Estado, pero permitió a la siderurgia española entrar en una etapa de prosperidad. Luego vino la privatización, la entrada de Arbed, la posterior unión con Usinor y la compra por parte de Mittal, al tiempo que se iba acometiendo el ajuste permanente de instalaciones y plantilla hasta llegar a lo que hoy tenemos.
Veinte años después de la ‘Marcha de Hierro’, sobre la siderurgia asturiana siguen acechando peligros. Las adversidades de la globalización continúan siendo las mismas (costes de producción elevados, amenaza constante de países emergentes y un mercado además en profunda recesión), pero los rostros han cambiado. Quienes toman las decisiones son otros, están lejos y fuera del control político. La Administración puede mejorar las condiciones, adoptar medidas para intentar evitar la tentación deslocalizadora, pero carece de la última palabra. Entonces, antes tales riesgos, ¿volveremos a ver una movilización como aquella?