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Ángel M. González

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La ciudad sin liderazgo

Recuerdo aquella declaración de Ana González en la noche electoral del 26 de mayo fijando el cambio de etapa que entonces se abría en el Ayuntamiento, ante el centenar de militantes que celebraban con ella la victoria del PSOE local en la Casa del Pueblo: «Hemos acabado con ocho años de tristeza en Gijón». La candidata socialista recuperaba la alcaldía tras ganar en todos los distritos y romper la mala racha acumulada por el partido desde que Paz Fernández Felgueroso había dejado el sillón municipal. Cuarenta y seis mil votos, once concejales, más que toda la derecha junta, suficientes para gobernar el Consistorio en minoría y con siete fuerzas políticas conformando la Corporación más fragmentada de la historia democrática. Prometía diálogo y acuerdo para volver a recuperar el espíritu de la ciudad abierta, progresista y plural quebrado, a su entender, por los dos mandatos de Foro que llevaron al socialismo a la oposición. El acuerdo lo obtuvo con el pacto de coalición con IU y la consiguiente entrega de las competencias en movilidad y medio ambiente, un área estratégica en la actuación política municipal. Tres años después de la vuelta al poder del partido socialista tampoco se puede hablar de que Gijón se haya convertido en la alegría de la huerta.
Quedan doce meses para el regreso a las urnas que vienen acompañados de la mayor incertidumbre política, económica y social que quizás hayamos vivido nunca. El devenir de la ciudad no será ajeno a la evolución de los acontecimientos que continúan impactando en nuestras vidas, condicionando el día a día, sin dejar trazar el futuro con el mínimo de seguridad requerido por la extremada vulnerabilidad que tiene el mañana. Pandemia, guerra, crisis energética, inflación o pobreza tienen un elevadísimo grado de influencia en la determinación de la ciudadanía. Pero haciendo incluso abstracción de esas circunstancias, todas las formaciones políticas a nivel local están inmersas en sus propias crisis, que tendrán que solventar para estar en condiciones de competir en la ya próxima contienda electoral.
De cara al gijonés que deposita el voto, el mayor problema que sufren los partidos sin excepción es la carencia de un liderazgo indiscutible y sólido. Un líder que empatice con la ciudadanía, que genere confianza y que sea capaz siempre de aglutinar la fuerza necesaria para defender con vigor el interés general del municipio allá donde lo represente. No se trata solo de ganar unas primarias internas, salir elegido en el correspondiente congreso o ser designado directamente por la dirección de turno. El liderazgo se comienza a construir al día siguiente de los comicios con la gente que ha entregado su voto a las siglas, pero también con la que ha optado por otras alternativas con el fin de acrecentarlo y afianzarlo. Aquello de gobernar para todos y no para un determinado colectivo ideológico o para sí mismo. Si Gijón sigue perdiendo fuelle como la gran locomotora de Asturias esa falta de referencia es precisamente una de las principales razones.
En estos tres años transcurridos desde las pasadas elecciones municipales, la fuerza política que dirige el Ayuntamiento no ha conseguido edificar esa figura que entonces se esperaba al lograr recuperar el bastón de mando. Quedan meses por delante para intentar enderezar el rumbo y evitar que el resultado sea definitivamente una operación fallida, achacable no solo a la alcaldesa y su equipo, sino también al propio partido que no supo reaccionar para corregirlo cuando era debido. La alcaldesa ha expresado, de mil maneras, su deseo de volver a ser candidata en la convocatoria electoral de mayo del año que viene. Un deseo que además está avalado por los propios estatutos de la formación a la que representa, el derecho legítimo a repetir que tiene la primer edil. Por lo tanto, salvo que se produzca una convulsión ahora mismo imprevista, a la nueva dirección del partido en Gijón no le queda otra que volcarse en reforzar el trabajo que se viene haciendo desde el Ayuntamiento intentando abrir espacios de entendimiento allí donde el desencanto amenaza con trasladarse a las urnas el día de la votación. Un riesgo, además, que no deja de ser preocupante también para la federación socialista asturiana por el peso electoral que supone la mayor ciudad de la región.
Lo sucedido con el cierre del Muro, símbolo supremo del gijonesismo, es el corolario de una manera de ejercer la acción de gobierno impropia para una ciudad que necesita recobrar su fortaleza con cordura, consenso y liderazgo. El mayor favor que el equipo mandatario haría al municipio sería dejar listo un proyecto de remodelación del paseo para su ejecución con el respaldo a ser posible unánime de la Corporación. De esa forma se podría ir concluyendo que algo está cambiando, abriendo una ruta para abandonar la desazón.

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Sobre el autor

Periodista del diario EL COMERCIO desde 1990. Fui redactor de Economía, jefe de área de Actualidad, subdirector y jefe de Información durante doce años y desde febrero de 2016, director adjunto del periódico.


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