Admiro a esa militancia del PSOE que no esconde las banderas republicanas y que no concibe que, bajo esas siglas, se pongan en práctica políticas de derechas. Admiro a esa militancia del PSOE que, no siendo Pedro Sánchez su líder preferido, mostraron su indignación por la forma en que fue defenestrado. Admiro a esa militancia del PSOE que es consciente de que, de un tiempo a esta parte, concretamente desde la referida defenestración del último secretario general del partido, hay gentes que ahora se muestran combativas, que apelan a la militancia y que se manifiestan rebeldes y disconformes, cuando su trayectoria se caracterizó precisamente por todo lo contrario.
Y no puedo dejar de preguntarme cómo digerirán el escenario político que, según los mentiremos, se abrirá en el partido. Esto es, que Pedro Sánchez se presente a las primarias compitiendo con la persona que las baronías designarán oficialmente.
¿Qué podría suceder en el caso de que el señor Tapias no se presentase? ¿Qué haría, en ese supuesto, la militancia socialista que se siente de izquierdas?
Pero, bien mirado, acaso la mayor urgencia del PSOE no consista en designar a la persona más adecuada para dirigir el partido y buscar una recuperación electoral que, a priori, se antoja lejana, sino en un cambio interno en el que la militancia tenga voz, y no se espere de ella que se limite a aplaudir o a asentir. Y es ahí donde pueden confluir –y confluyen– Izquierda Socialista y los partidarios de Sánchez, que lo son, sobre todo, porque, con su apoyo al exsecretario, lo que en realidad están manifestando es su disconformidad con la falta de democracia interna, con una concepción del partido basada en jerarquías, lo que colisiona también con un partido que se sigue reclamando de izquierdas.
Aquí, todo el mundo tiene memoria. Aquí, todo el mundo sabe que, en sus primeros pasos como secretario general, Pedro Sánchez transmitía un mensaje muy descafeinado y que no esgrimía un discurso rompedor. Aquí, es inevitable la sospecha de que Pedro Sánchez se fue distanciando de los barones en la medida en que su liderazgo corría peligro, y no por posiciones ideológicas.
Con todo, habrá quien piense en el mal menor, habrá quien piense en que hay que centrarse en lo que toca ahora, y no en planteamientos que vayan más allá del cortoplacismo.
Contrariamente a lo que se viene especulando con vistas al futuro inmediato del PSOE, creo que podría ser decisivo que Izquierda Socialista diese la batalla con una candidatura propia. Puede que, a veces, la división no reste fuerza, sino que sume. La aritmética política, en ocasiones, puede ser laberíntica.