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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

¿No hay otros argumentos? (Sobre las respuestas de Rajoy y Rubalcaba ante el órdago de Mas)

“Hay mucho tiempo por delante para esperar los frutos del régimen autonómico. Si España vive una política de pequeñeces insinceras, falta de ideales, el separatismo catalán cobrará auge y dará muchas pesadumbres. Si España alcanza a encontrar, nobles propósitos, grandes empresas, todos los españoles, sin excluir a los catalanes, estarán cada vez más unidos”. (Declaraciones de Ángel Ossorio y Gallardo a una revista portuguesa en 1933).

Si el desapego de la sociedad catalana hacia España es un hecho, si el independentismo en ese territorio es un fenómeno en auge, ¿Rajoy no tiene otra respuesta ante ello que invocar la Constitución y advertir que, fuera de España, Cataluña no sería acogida en la Unión Europea? En cuanto la llamada Carta Magna, sin entrar en lo mucho que hay en ella de papel mojado, alguien tendría que darse cuenta de que, más allá de lo legal, está el desprestigio de una Constitución en la que se atrincheran más que nunca los que en su momento le pusieron reparos. En cuanto a la UE, ¿ni Rajoy ni Rubalcaba tienen otros argumentos para persuadir a la sociedad catalana de las ventajas que tendría seguir perteneciendo a un país al que seguimos llamando España? ¿Y de verdad alguien considera que puede resultar convincente hablar de la indisolubilidad de la nación española como si de un matrimonio católico se tratase?
Entiéndase bien esto que digo: el texto que se propone en la llamada consulta soberanista me parece, en el mejor de los casos, desafortunado. Y, sin duda, hay mucho de huida hacia adelante en la deriva del Presidente catalán. Añado a todo ello que, de llegar a producirse esa separación, ello supondría un mazazo tremendo para todo el país.
Dicho todo ello, no puedo entender que los dos partidos mayoritarios tengan tan poca fuerza argumental para defender su tesis. De entrada, el PP debería ser consciente de lo dañino que resultó que en la segunda legislatura triunfal de Aznar se fomentase tanto el anticatalanismo. Y, por su parte, el PSOE estaría obligado a reconocer que los vaivenes de Zapatero con respecto al último Estatuto fueron nocivos para el entendimiento entre Cataluña y España.
Y, situándonos en el presente, ¿cómo es posible que tanto el PP como el PSOE no se dirijan a la sociedad catalana intentado persuadir de lo conveniente que sería que no se produjese la independencia para Cataluña y España?
¿No pueden echar mano de Renan?: “En el pasado, una herencia de glorias y remordimientos; en el porvenir, un mismo programa que realizar… La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano”. ¿No pueden echar mano de Ortega, que considera, siguiendo a Renan, que una nación es “un proyecto sugestivo de vida en común, un incitante programa de vida, un proyecto de convivencia total en una empresa común”.
¿Alguien se puede creer que es posible que la sociedad catalana recupere la confianza en que puede tener un agradable acomodo en una España cuyos principales partidos no quieren reconocer los agravios cometidos, cuyos principales líderes, como venimos diciendo, no son capaces de tender la mano a la ciudadanía catalana con argumentos y no con cerrazones y amenazas?
¿Es que no hay en este país ni líderes políticos ni líderes sociales que sean conscientes de la gravedad de la situación y que posean la más mínima lucidez para reconducir lo que está sucediendo? ¿Nadie quiere asumir la evidencia, es decir, que, de perder Cataluña, el mazazo social podría no ser menor al que se sufrió en el 98? ¿Alguien puede creer que el asunto se resolverá con el mero hecho de prohibir la famosa consulta, cuando en el Parlamento catalán las formaciones que se decantan por la independencia tienen una mayoría más que indiscutible? ¿Acaso se puede soslayar que lo que toca es un esfuerzo por el diálogo y por el pacto, por el discurso y la persuasión, por la famosa conllevancia de la que habló Ortega debatiendo con Azaña sobre el Estatuto de Cataluña en el Parlamento de la República en el 32?.
Es éste un país que está muy lejos de resolver a día de hoy su vertebración territorial, un problema histórico de largo recorrido sobre el que se pronunció en su momento uno de los más profundos conocedores de la historia de España, Américo Castro: “La angustia española de los subnacionalismos y los separatismos no tendrá alivio mientras los capítulos de agravios y dicterios no cedan el paso al examen estricto de cómo y por qué fue lo acontecido. El convivir de los individuos y las colectividades se basó en Occidente en un almohadillo de cultura moral, científica y práctica, pues en otro caso hay opresión y no convivencia. Castilla no supo inundar de cultura de ideas y cosas castellanas a Cataluña, como hizo Francia con Provenza y luego con Borgoña» Y es éste un país cuyos líderes actuales se encuentran a años luz de tener la suficiente amplitud de miras para estar a la altura de las circunstancias.
A la deriva de Mas no se la combatirá con éxito, esgrimiendo la Carta Magna y Europa, sino con argumentos de peso y con la capacidad de persuasión obligada que deben tener los líderes políticos en situaciones tan delicadas como la presente.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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