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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Melancolía vetustense

 

“Estaba en una torre una hechicera/ haciendo muecas a la blanca luna. / Era la noche. La ciudad dormía; / y de una misteriosa lira ignota/ un hilo blanco de melancolía/ suavemente caía gota a gota”. (José García-Vela).

 

Mes de enero en el que el otoño se cuela con el mismo viento sur, caliente y perezoso, que inmortalizó Clarín. Hora de la siesta. Mediodía. Un grupo de turistas se hacen la foto delante del Campoamor. Se diría que la historia de este Teatro empezó con los Premios Príncipe de Asturias. Que nadie recuerda a los visitantes que, en su inauguración,  el autor de La Regenta tuvo acaso la intervención pública más memorable y lírica de su vida.

Nubes descontroladas que parecen perseguirse entre sí por el viento que las azota. Desordenado cielo sobre la histórica ciudad que muestra a sus turistas los últimos reclamos escultóricos que se erigieron en el largo periodo del gabinismo.  Se diría que, a pesar de todo, lo más genuino de la historia de Oviedo no se perdió, sino que fue a parar a una especie de limbo cercano, tan cercano que se percibe en la atmósfera, en una atmósfera que lo empapa todo, hasta el entramado de zarzuela en el que se convirtieron muchas calles.

Bien mirado, no deja de ser paradójico que, sobre la ciudad que sesteaba, se haya escrito una novela que en su momento fue toda innovación, también en lo estilístico. Bien mirado, tampoco deja de ser paradójico que se haya forjado en los últimos años un modelo de ciudad en el que lo abigarrado es marca de la casa, y que, en el mismo proyecto, se invite a los visitantes a que se lleven como recuerdo imágenes suyas posando al lado de la escultura de un actor que en su momento pasó por aquí, cuando la historia de esta ciudad está repleta de episodios y personajes que dejaron una huella indeleble, con independencia de que sus perfiles hayan sido o no esculpidos.

Precisamente por eso, para entender los reclamos que ofrece el Oviedo más actual, es necesario valerse, quiérase o no, de la paradoja, a la que el poeta José Bergamín definió de forma genial: “La paradoja es el paracaídas del pensamiento”. Pensar Vetusta, con un mínimo de perspectiva histórica, requiere hacer uso de tan singular paracaídas.

Melancolía vetustense. Plaza del Carbayón que en un tiempo se llamó Plaza del Progreso. Cogollo que se emplaza en el centro mismo de la ciudad, pequeño, al alcance la de la mano, a la medida de pasos nada presurosos.  Se diría que es la imagen viva de un Oviedo que se fue fraguando a base de valientes y atrevidas incorporaciones. Frente a esta plaza, el Teatro en el que tanto empeño puso Clarín para que fuese construido, símbolo de modernidad y apertura al mundo tal y como lo concibió aquel Leopoldo Alas que consiguió asomarse desde esta ciudad a lo que entonces fue lo más avanzado del pensamiento europeo. ¿Y qué decir del antiguo Caserón de Santa Clara, convertido hace décadas en la sede de la Delegación de Hacienda? No es fácil encontrar un ejemplo más claro de incorporación y adaptación de lo legendario a lo contemporáneo.

Melancolía vetustense, digo, de cielos grises, a veces, de vientos alocados, de lluvias reincidentes, que nos hacen recordar el poema de José García Vela del que seleccioné los versos que encabezan este artículo.

Hilo blanco de melancolía en la lluvia, en las piedras bendecidas en su día por la historia o por el arte. Hilo blanco de melancolía omnipresente en la capital de una tierra en la que, según escribió Pérez de Ayala, hasta los caballos y los perros tienen su no sé qué agridulce.

Tengo para mí que ese hilo blanco de melancolía contribuye mucho a mantener viva la retranca de esta ciudad y de esta tierra, frente a tanto abigarramiento y a tanta decoración de mueblería al por mayor.

Porque a veces lo agridulce consigue la acidez justa que la ironía desprende, gota a gota, palmo a palmo, hasta que se expande tanto que puede convertirse en chaparrón.

Barrunto que se avecinan chaparrones de ironía y descreimiento.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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