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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Vida privada

 

Europa, la vieja Europa de los derechos y libertades. Francia, la nación de la grandeza y la revolución. Occidente, donde los ecos de los clamores en pro de una vida más digna y justa reverberaron históricamente más que en ningún otro sitio. ¿Quién nos iba a decir que en pleno siglo XXI episodios y lances la vida privada de la primera autoridad política francesa acaparasen con insultante descaro tanta atención mediática?

¿A quién le importa, más allá de los círculos más próximos en lo familiar y en las amistades, las idas y venidas sentimentales del Presidente francés? ¿A quién le importa en el ámbito de lo público que haya cesado la relación de convivencia sentimental entre dos personas? ¿Cómo es posible que algo así se convierta en escandalera internacional?

Vida privada que cada vez es una mercancía más omnipresente por los bajos fondos de eso que comúnmente se conoce como telebasura. Vida privada que es puesta a la venta por muchos personajes que no tienen otra cosa que ofrecer más que sus chascarrillos y sus vulgaridades. Y la venden –todo hay que decirlo- a quienes no tienen el menor escrúpulo en asomarse a sordideces que en muchos casos alcanzan lo nauseabundo.

Pero, en el caso que aquí nos trae, de lo que se trata es del “producto” que en su momento decidió poner en el mercado mediático una publicación francesa para dar cuenta de la vida amorosa del Presidente de la República.

No seré yo quien entre en divagaciones leguleyas acerca del asunto que nos ocupa. Más allá de lo que esté legislado en el vecino país acerca del derecho a la intimidad de toda la ciudadanía, personajes públicos incluidos, alguien tendría que preguntarse dónde están los límites que la ética y la elegancia periodística no debería traspasar nunca.

En la esfera íntima de cada persona, allí donde sus tareas profesionales se quedaron en el perchero, ¿con que autoridad moral se puede entrar para convertir lo privado en público? Y es que, del mismo modo en que se da por hecho la inviolabilidad del domicilio, de lo que hablamos aquí es de un enclave que no tiene por qué estar delimitado por paredes y techos, sino por lo introspectivo, por el escenario de lo que se siente y se piensa, sea en soledad, sea compartido con alguien.

No estamos hablando del literato que, tras ver a alguien, lo dota de una vida interior ficticia, con independencia del mayor o menor grado de verosimilitud que tenga esa invención, sino que estamos hablando de hechos reales que se cuentan y difunden, en el caso que nos ocupa, sin el consentimiento de quienes lo protagonizan.

Por todo ello, me cuesta mucho trabajo entender que en asuntos de esta índole no se invoque también la famosa igualdad ante la ley de la que tanto se habla, no pocas veces con hipocresía. ¿O es que un personaje público no tiene el mismo derecho a que se respete su intimidad que un ciudadano anónimo?

En el país en que se publicaron “Las Confesiones”, de Rousseau; en el país en que Montaigne inauguró el género ensayo construido con sentimientos y pensamientos íntimos; en el país en que Gide fue mucho más allá de las confesiones más o menos abstractas, cierta prensa entra a saco en la vida privada de su más alto dirigente político, contribuyendo de esta guisa a vulgarizar la vida pública, a agrandar la chabacanería, a elevar el cotilleo más sórdido a noticia de primera página.

Nada tiene que ver esto con el uso público de la razón privada del que se ocupó Kant en su “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”. Y lo más triste del caso es que en un país como Francia el amarillismo consigue romper en pedazos el respeto a la vida privada, algo que no logró nunca el puritanismo.

Como mínimo, es frustrante.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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