Hay paraísos idealizados por el inevitable empuje del paso del tiempo y también –lo que no resulta en modo alguno menos persuasivo- por los desgarros y desgarrones que toda trayectoria vital acumula. Pero también hay paraísos perdidos porque aquello que se recuerda responde a veces a la exactitud más rigurosa. Les hablaré de uno muy personal: del río Narcea que conocí en mi infancia, garcilasianamente limpio, dando el espectáculo de truchas y reos cebándose cada atardecer, repleto de anguilas en sus crecidas y turbiadas. La realidad de las últimas décadas dista mucho de ser así, y, al final, puede que inconscientemente, uno acaso de vaya resignando. Pero hay episodios que encienden todas nuestras alarmas y también nuestra indignación. Les hablaré de los dos más cercanos.
Un buen día de septiembre de 2013, soleado y limpio, el Narcea desde la ría de Miranda en adelante bajaba llamativamente terroso. Todo el mundo se preguntaba qué podía estar sucediendo, hasta que, pocas jornadas después, se tuvo noticia de que se harían las investigaciones pertinentes. Ignoro si las tales pesquisas se llevaron o no a término, pero no se tiene constancia de ello hasta el momento.
Mucho más cercano en el tiempo, concretamente la pasada semana, se hace público que Confederación hidrográfica multa a la multinacional que lleva a cabo explotaciones mineras auríferas en los concejos de Salas y Belmonte. La sanción obedece a vertidos a un arroyo que va a parar primero al Narcea.
Bien está que se aplique la legislación. Lo que uno se pregunta es si, más allá de las correspondientes sanciones, no se podía y se debía plantear a la empresa concernida en esto que bajo ningún concepto se va a permitir que se repitan situaciones como ésta, nocivas no sólo para los pocos peces que van sobreviviendo y reproduciéndose, sino también para todo lo que guarda relación con filtraciones y salubridad ambiental del río y sus vegas.
Contamos en Asturias con un Gobierno autonómico cuyas siglas lo declaran socialista. Nuestro Ejecutivo llariego está presidido por un ingeniero que atesora conocimientos universitarios sobre el particular. La Consejera del ramo que se responsabiliza de esto se declara muy ecologista en materia de planes costeros. Sin embargo, ni en esta etapa, ni tampoco cuando estuvo en el Gobierno de Areces, llevó a cabo proyectos de saneamiento para los pueblos ribereños de este río en el municipio salense.
¿Al final va a ser verdad que lo menos dignos de protección para nuestras insignes autoridades políticas somos los habitantes de estos pueblos? ¿Qué determinadas empresas –y no me refiero sólo a la multinacional minera- son más merecedoras de afanes y desvelos por parte de las autoridades políticas llariegas que los pocos ciudadanos que habitamos estos parajes?
¿Al final habrá que seguir repitiendo que el futuro también hay que cuidarlo, no mirando hacia otro lado cuando se trata de hacer concesiones presentes que puedan arruinarlo aún más?
Desvalido río Narcea, sin el saneamiento en no pocos pueblos ribereños, sin que las autoridades políticas demuestren voluntad de garantizar su futuro.
Una excursión por gran parte de su recorrido despertará la alarma. Y no sólo sufre vertidos peligrosos, sino que hay rincones en su entorno de vegas llamativamente fértiles, como la de la Rodriga que lleva más de un año convertida en basurero. Allí donde el anterior Alcalde salense cifraba no pequeña parte del futuro del municipio con un polígono industrial que a día de hoy no existe. Un político que no se caracterizó precisamente por mostrar una especial sensibilidad en asuntos medioambientales.
Desvalido río Narcea, digo. A lo mejor, un buen día el ingeniero que preside nuestro Gobierno autonómico se interesa por el Narcea y se convierte en su principal valedor.
¿No quedamos en que todo es posible?