>

Blogs

Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

La Concha de Artedo después de la batalla

 

Decidí aplazar  la visita que no podía rehuir a la Concha de Artedo. No dejé de pensar durante los últimos temporales en el estrépito que estarían haciendo las piedras inmediatamente después de que cada ola gigante se retirase. En todo momento me pregunté por la relación entre la profundidad de esta playa, a poco que uno se adentre en ella, y lo vulnerable que es a los vientos y tempestades. ¿Siempre es vulnerable lo más profundo?

Concha de Artedo, pedregosa, rebelde a toda mansedumbre. Concha de Artedo, profunda, no se sabe bien cuánto. Concha de Artedo que se niega a brindar comodidad de acceso al visitante. Concha de Artedo, escenario de mi primera novela, publicada en 1998. Concha de Artedo, bravía, tempestuosa, sonora.

Sus piedras, como trincheras que parecen tener vocación de defensa de ese aislamiento al que propende. Quizás tenga voluntad de ser contemplada desde lo alto. Tal vez se niegue a ser invadida por viandantes, o, al menos, se lo pone difícil.

La Concha de Artedo después de la batalla, tras esa locura que se apoderó del mar asturiano en los pasados temporales. ¡Cuánto arrasó, qué huella más larga ofrece! Seguro que las piedras que en gran medida la cercan sintieron que sobre ellas caía la fuerza de un río enloquecido, de un río en el que los rabiones se crecieron y multiplicaron.

Lo cierto es que uno de los diversos encantos del paisaje asturiano radica en que son muchos los rincones en los que lo ñoño no puede tener presencia, no puede quedarse. Y uno de esos enclaves imposibles para cualquier nadería es la playa de la Concha de Artedo.

Romanticismo, sí, con todo el brío, con toda su autenticidad, que nada tiene de cursi, ni de empalagoso, que es el propio de esas almas atormentadas a las que tanto les debe la literatura. Hablo de ese romanticismo que, literal y literariamente, inventó el paisaje. El mismo que algún momento tendría que hacer justicia a ciertos escenarios asturianos, entre los que esta playa sería uno de los enclaves más pintiparados.

Paisaje para el desgarro y los desgarrones, paisaje para lo profundo, paisaje para los embates de esa angustia que a veces nos atosiga con firme determinación de arrasar. Paisaje para esa belleza de lo tumultuoso, de lo turbulento, de lo agitado, de lo febril, de lo delirante. Paisaje para la música wagneriana. Paisaje para lo aguardentoso, que rasca, sí, pero que también limpia y libera. Paisaje para lo agónico en el sentido unamuniano, para la lucha interna, para el traqueteo que forman y conforman nuestras contradicciones más zozobrantes.

La Concha de Artedo después de la batalla ofrece al visitante un espectáculo digno de ser interiorizado, capaz de contribuir a recuperar energías adormecidas, pero nunca muertas. Paisaje para las heridas, no cicatrizadas, que dejó el temporal a su paso.

Temas

Blog de Luis Arias Argüelles-Meres

Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


febrero 2014
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
2425262728