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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Entrañas del occidente astur

Cómo no estremecerse ante el reportaje publicado por EL COMERCIO sobre esos detonadores que acaban de aparecer en la Mina Conchita, cuando está a punto de cumplirse una década de aquel horrendo atentado del 11-M? Resulta inevitable que la vista se detenga un momento en esa especie de osamenta de la Asturias ignota y desentrañada, en la que las zarzas abrigan los despojos de una actividad minera que se paralizó hace tiempo.  Produce espanto recordar que desde allí partieron en su momento los explosivos para una matanza tan escalofriante.

Entrañas del occidente astur abiertas en su momento para extraer caolín. Tras ello, ninguna cirugía en el paisaje. Tras ello, la herida abierta. Tras ello, el abandono, instrumental mortífero incluido. Tras ello, tan macabro desguace.

Entrañas del occidente astur, yacimiento arqueológico de una historia que está por escribir, la de la minería del caolín por estos contornos, breve y fugaz, provisional y efímera si se piensa en un ciclo económico. La amarga paradoja es que la historia no sólo hablará en este caso de la explotación minera, sino también de los explosivos sustraídos, para sorpresa y horror de todos, por haber formado parte de un cronicón de los horrores que tanto y tanto recuerda a aquellos golpes tan fuertes que suceden en la vida tan maravillosamente versificados por César Vallejo.

Mina Conchita, anatomía de un paisaje rocoso, que parece tener voluntad de ofrecer resistencia a mostrarse accesible y sumiso. Suelo abandonado, subsuelo herido.

Despojos de anciana habitación, parodiando un hipérbato quevedesco donde la ruina y lo decadente son protagonistas, donde los muros patrios se desmoronan. Y desorden, todo desorden. Porque si el suelo y el subsuelo parecen, como dije, ofrecer resistencia a toda invasión, los regueros, las torrenteras, las aguas que se abren paso van camino del centro de Asturias con el Narcea como apeadero y ruta. Aguas que, poco más arriba, son retenidas para producir energía. Aguas, las del suroccidente de Asturias, que en su momento fueron aprovechadas para el progreso industrial de esta tierra.

Huella indeleble la de los materiales explosivos que ya no estaban destinados a abrir las entrañas de estos rincones del suroccidente para extraer caolín. Sobrantes los que acaban de encontrarse de un ceremonial tétrico. Y, en medio de todo ello, una amplia batería de preguntas que difícilmente tendrán respuestas adecuadas. Pero, en todo caso, es injustificable e inexplicable que, diez años después de aquella matanza, aún permaneciesen en el lugar en el que se robaron los explosivos detonadores y material de ese tipo. Nada tiene de extraño en tal sentido que Pilar Manjón se pregunte en la entrevista publicada en EL COMERCIO cómo es posible semejante cosa.

A quienes contaron más los supuestos votos perdidos que las muertes en aquel día de horror, a quienes tuvieron la responsabilidad institucional por controlar el estado en el que quedan las minas cuando cesan en su actividad, habría que preguntarles muchas cosas y exigirles, como mínimo, responsabilidades políticas.

Pero, por lo que se ve, se da la paradoja de que por estos lares la única dinámica es el abandono. Y las entrañas del occidente astur sufren desatención real y metafórica. Y  nadie parece inmutarse por ello.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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