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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

En el centenario de la Conferencia “Vieja y nueva política”, de Ortega y Gasset

“La Restauración, señores, fue un panorama de fantasmas, y Cánovas el gran empresario de la fantasmagoría”. (Ortega. “Vieja y nueva política”. Teatro de la Comedia, 23 de marzo de 1914).

 

 

Aquel prometedor filósofo de prosa deslumbrante, no exenta a veces de cierta grandilocuencia, que había empezado a escribir en la prensa en 1902, con diecinueve años, que en 1908 proponía la creación de un partido socialista liberal, que había militado en el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, que fue una de las principales cabezas visibles de la Liga de Educación política, creada en 1913, bajo el auspicio de la formación melquiadista, que había hecho suyo el lema de la pedagogía social como programa político, se daba de alta en la vida pública, según la acertada expresión de su discípulo Julián Marías, en 1914.  El 23 de marzo pronunció la conferencia titulada “Vieja y nueva política” en el madrileño Teatro de la Comedia. 1914 también es el año de  la publicación de su primer libro, Meditaciones del Quijote. Asimismo, en el último trimestre de 1914, Ortega participó activamente en defensa de Unamuno cuando el rector salmantino fue destituido injusta y arbitrariamente.

Hoy se cumplen cien años de aquella conferencia memorable, del Ortega más combativo, de aquel Ortega que se había declarado “nada moderno y muy siglo XX”, de aquel Ortega que arremetió sin piedad contra un sistema político, el del bipartidismo canovista, que, a la altura de 1914, agonizaba, marcado por su caciquismo, plasmación de una “vieja política” que Romanones quería sostener a toda costa. Antes de que Machado plasmase aquellas dos Españas que helaban el corazón de sus hijos, Ortega fijaba la existencia de la “vieja y nueva política”, de la España oficial frente a la España real.

¿Cómo era la España oficial, caduca y rancia, a juicio de Ortega?: La España oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos Ministerios de alucinación”. Pregúntese el lector por la asombrosa actualidad de las palabras citadas.

¿Y cómo era la España real, aún sin cauce para plasmarse en la vida pública?: “Dos Españas que viven juntas y que son perfectamente extrañas: una España oficial que se obstina en prolongar los gestos de una edad fenecida, y otra España aspirante, germinal, una España vital, tal vez no muy fuerte, pero viviente, sincera, honrada, la cual estorbada por la otra,  no acierta a entrar de lleno en la historia”. Y es a esa España a la que apremia darle cauce a juicio de Ortega. Dos Españas que vienen a ser dos siglos, dos mundos, uno que agoniza y otro que despunta.

“Asistimos al fin de la crisis de la Restauración, crisis de sus hombres, de sus partidos, de sus periódicos, de sus procedimientos, de sus ideas, de sus gustos y hasta de su vocabulario; en estos años, en estos meses concluye la Restauración la liquidación de su ajuar…  Yo os diría que nuestra bandera tendría que ser ésta: “La muerte de la Restauración”: “Hay que matar bien a los muertos”. Y añadiría: “Nos avergonzamos tanto de querer una España imperante como de no querer una España , nada más que una España vertebrada y en pie”.

Una España vertebrada y en pie. Una España a la altura de los tiempos, a la altura de un siglo XX que arrancaba ese año coincidente con el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Y, a propósito de la España de 1914, otro de los intelectuales más destacados de esta generación, el asturiano Ramón Pérez de Ayala, escribió esto que sigue: “Pero estalló la guerra, llegó para España, como para todos los pueblos, el periodo de transición, de éxodo difícil. Revelóse a la luz la funesta incompetencia de los gobernantes, y lo que no era sino estorbo pasó a ser insoportable y maldita pesadumbre”.

Así pues, tanto para Ortega como para Ayala, 1914 marcaba el punto de inflexión de un sistema político que no sólo estorbaba sino que además se había hecho insostenible.

Ortega se propone liderar esa generación: “En historia, vivir no es dejarse vivir; en historia, vivir es ocuparse muy seriamente, muy conscientemente del vivir, como si fuera un oficio. Por eso es menester que nuestra generación se preocupe con toda consciencia, premeditadamente, orgánicamente del porvenir nacional. Es preciso, en suma, hacer una llamada enérgica a nuestra generación, y si no la llama quien tenga positivos títulos para llamarla, es forzoso que la llame cualquiera, por ejemplo, yo”· 

Un proyecto de país, enérgica y brillantemente formulado. Un proyecto de país para poner a España en los nuevos tiempos.

 

También en esta conferencia quedó muy claro el accidentalismo de Ortega en cuanto a las formas de Gobierno: “La monarquía es una institución y no puede pedirnos que adscribamos a ella el fondo inalienable, el eje moral de nuestra conciencia política. Sobre la monarquía hay, por lo menos, dos cosas: la justicia y España”. No era, pues, 17 años antes de liderar la Agrupación al Servicio de la República, un hombre dinástico y cortesano. Sólo aceptaba la Monarquía si no suponía un obstáculo para una España que estaba obligada a abandonar el marasmo en el  que estaba sumido el país.

Agonía de un sistema político que generaba parálisis en la vida pública, malestar en todos los órdenes, particularismos nocivos, atraso, marasmo.

No estamos solamente ante un texto de referencia en la historia del compromiso intelectual en la España contemporánea, sino que nos encontramos también con una Conferencia que defiende unos planteamientos cuya actualidad es pasmosa. En esa clave merece también ser leída.

Alta en la vida pública de un pensador que en gran parte de su vida atendió al acontecer político más que a su propia obra.

No es de extrañar, por tanto, que Juan Marichal haya advertido que: “El catedrático de Metafísica de la Universidad de Madrid escribió un conjunto de textos sobre política equiparables en extensión al total de sus trabajos filosóficos o al de sus ensayos generales”.

Si algo demuestra el contenido de esta conferencia es que cien años después de ser pronunciada, España no puede ni debe prescindir de Ortega, no sólo para entender el pasado, sino también para encarar el presente.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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