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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Desde la Plaza de el Carbayón

Cuando EL COMERCIO informaba el viernes 28 de marzo acerca de las distintas denominaciones que tuvo la ovetense Plaza del Carbayón, confieso que lo que estaba viendo no era el papel del periódico sino un entrañable repertorio de imágenes estrechamente vinculadas a mi memoria personal. Por ejemplo, el paso del tiempo  manifestándose en las viejas cartas amarillentas que formaban parte del archivo de la correspondencia familiar y que estaban atadas con descoloridas y ajadas cintas. Los remitentes las dirigían a la Plaza del Progreso. Más tarde, a la Plaza de Galicia. Y, desde que cumplí los ocho años, la referencia fue la Plaza del Carbayón. Y, bien pensado, es todo un privilegio la mencionada denominación que se le dio a esta plaza en 1965 en la medida que se hace eco de algo tan esencial en la historia de Oviedo. Tan esencial no sólo porque el legendario árbol fue testigo de un largo periodo de la vida de esta ciudad, sino también porque sus últimos días estuvieron marcados por la polémica tal y como cuenta Juan Antonio Cabezas en su siempre imprescindible biografía sobre Clarín.

Así pues, del progreso a la tradición. ¿No daría mucho de sí para esta dialéctica entre tradición y progreso la proximidad entre el viejo Caserón de Santa Clara y el Teatro Campoamor, teniendo en cuenta lo que ambos, de entrada, significan?

No olvidaré nunca que, desde el mirador de la casa familiar, situada en el número 3 de esta misma plaza, me tocó ver las obras que convirtieron el antiguo Caserón en la Delegación de Hacienda. Ciertamente, en las opiniones encontradas que había sobre aquel proyecto, asomaba también la dialéctica entre progreso y tradición. Aquella plaza, en la que no sólo circulaban coches, sino también carros que transportaban leche, en los años de mi infancia era escenario –y conste que no exagero- de dos siglos, si bien es cierto que los cambios que se observaban no estaban de visita.

Dos siglos, dos mundos que aún convivían. Desde la parte posterior de la casa, se veían edificios de la calle de la Luna. Nunca olvidaré aquellas maderas avejentadas de las galerías, maderas nobles que aún resistían el paso del tiempo en permanente lucha contra los elementos.

A propósito de la Plaza del Carbayón, no puedo no recordar aquel tiempo de inocencia de mi infancia, repartida entre Oviedo y Lanio. Aquel tiempo en el que también el cine contribuyó a diversiones y aventuras. Aquel tiempo en el que el corazón de la vieja Vetusta estaba al alcance de la mano aún más que hoy. Aquel tiempo en el que el sentimiento lúdico de la vida se forjaba a ritmo acelerado. Aquel tiempo en el que esta plaza asumía el testigo de no pequeña parte de la intrahistoria de Oviedo.

A propósito de la Plaza del Carbayón, días de infancia, cine, lectura, atalaya desde la que contemplé, sin poder ser consciente de ello, pasos decisivos en la transformación de una ciudad que propendía a conjugar tradición y progreso.

A propósito de la Plaza del Carbayón, me resulta emotivo que mi infancia esté tan unida a un  escenario en el que se simbolizó con éxito una  referencia de primer orden para datar, ubicar y homenajear las señas de identidad de Oviedo.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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