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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Emilio Lledó, por ejemplo.

«Espinosa no quiso ser profesor, si lo hubiera sido, inevitablemente habría sido acusado de «hacer política», y acaso no hubiese sido defensa suficiente la de alegar que para un filósofo hacer política es explicar la lección 15 del programa». (Vidal Peña)

 

Emilio Lledó, por ejemplo. Tiene como aval un inmenso saber atesorado en toda una vida dedicada al estudio y al pensamiento. Se rebela contra la estulticia y los atropellos que nos asolan de continuo aquí y ahora. No entiende que la tarea del filósofo consista sólo en especular al margen del tiempo que le toca vivir y al margen de los trabajos y los días de sus conciudadanos. Cuantas veces sale a la palestra en entrevistas que le hacen, uno no puede no sentirse aliviado, cuando arremete sin reparo alguno contra las miserias que estamos sufriendo. Miserias no sólo en el orden económico, aunque también.

Emilio Lledó, por ejemplo. Recuerdo un libro suyo en el que explicaba magistralmente la filosofía de Platón. Lo hacía, siguiendo la consigna de Ortega, con claridad y, también, con voluntad de estilo. Por eso, tiene que resultarle muy irritante que, en tiempos como éstos, se insulte a la inteligencia con tanto descaro y con tamaña torpeza.

Emilio Lledó, por ejemplo. Más cerca de sus libros que de otras lisonjas. Mucho más proclive a dejarse deslumbrar por la inteligencia que por becerros de oro. Y, desde luego, no se anda con paños calientes a la hora de pronunciarse en público acerca de lo que está pasando.

Ni ñoño ni complaciente. Ni sumiso ni condescendiente. Es él y sus libros. Es él y su memoria. Es todo un gran valedor del saber y la inteligencia.

En un país en el que el esfuerzo por el conocimiento lleva décadas orillado y en el que, en los últimos años, los recortes, no sólo de derechos, proliferan y van a más, que exista alguien como Emilio Lledó que llama a las cosas por su nombre, y no sólo desde el rigor de su formación filosófica, sino también desde la verdad y desde la razón.

En un país en el que la telebasura fabrica personajes omnipresentes en las conversaciones cotidianas, tanto públicas como privadas, es necesario que haya figuras como Emilio Lledó que ejemplifican lo que es la excelencia frente a la chabacanería.

Emilio Lledó, por ejemplo. Con personalidades como él, la indignación generalizada, que cada vez tiene mayor presencia pública, puede construir un discurso convincente y tenaz, desde el rigor y la clarividencia.

Para alguien como Lledó, hablar de política, también de política con minúsculas, no es nada extraño, porque la filosofía no puede no ocuparse de ella, sin necesidad de fárragos, ni de evasiones más o menos disculpables.

¿Cómo no recordar a aquel Blas de Otero que, en su confesión más angustiosa, decía quedarle la palabra? Digo esto porque con Lledó sabemos que el logos puede ser clave para  explicar lo más intrincado y sublime, pero también lo más cotidiano y sórdido.

Cómo no recordar a aquel Blas de Otero que, en su confesión  más angustiosa, decía quedarle la palabra? Digo esto porque conLledó sabemos que el logos puede ser clave para explicar lo más intrincado y sublime, pero también lo más cotidiano y sórdido.

Emilio Lledó, por ejemplo: el saber y el rigor, la batalla de la inteligencia, por la inteligencia, la que nos da, la que nos tiene que dar, como le imploraba Juan Ramón Jiménez, el nombre exacto de las cosas.

Emilio Lledó, por ejemplo: el saber y el rigor, la batalla de la inteligencia, por la inteligencia, la que nos da, la que nos tiene que dar, como le imploraba Juan Ramón Jiménez, el nombre

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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