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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

SEPULTUREROS DE SUEÑOS EN OVIEDO

«Déjame vivir como acero mohoso. Sin puño tirado en las nubes. No quiero saber de la gloria envidiosa. Con rabo y cuernos de ceniza». Luis Cernuda.

El óxido que destaca en el Calatrava. El venerable nombre de Jovellanos empresarialmente utilizado. El mamotreto construido en el solar donde estuvo la muy querida Estación del Vasco. La ‘performance’ organizada por ‘Rivi’ con el entusiasmo al que nos tiene acostumbrados. Y resulta que Gabino de Lorenzo no quiere actuar en ella. Como si no hubiese sido el alcalde de Oviedo cuando se llevó a cabo el proyecto.

¡Cuánto estropicio, Dios mío, cuánto estropicio! Se demolió el Carlos Tartiere. Había mucho empeño en construir un nuevo estadio y no se optó por otras posibilidades. Gastos y más gastos. La era del despilfarro. Como si las instituciones autonómicas no tuviesen dónde ubicarse, se decidió instalar en el inmueble calatraveño la Consejería de Cultura. También un palacio de congresos. Todo era poco. Y, sin necesidad de que transcurriesen muchos años, el proyecto se reveló ruinoso, al tiempo que el óxido calatraveño fue –y sigue siendo– toda una metáfora de aquellos grandonismos.

Nostalgia al recordar los muchos episodios de gloria en aquel estadio a lo largo de muchas décadas, desde la legendaria y mítica delantera ‘eléctrica’ hasta la última etapa del Oviedo en

la división de honor del fútbol español. Gloria azul épica, lírica y heroica con jugadores que son leyenda del fútbol español. ¿Y de qué sirvió aquella demolición con su subsiguiente proyecto? De deuda y de óxido. Nostalgia no menor al recordar lo que la Estación del Vasco significó en Oviedo. No sólo aquella estética tan genuina del pasadizo hacia los andenes. No sólo el legado de la educación sentimental en la que tenían presencia los anuncios. Y, pasados los años, se presentó Calatrava a sugerir una especie de trillizas inclinadas, que, ciertamente, entusiasmaron a muy pocos. Entre las excepciones, el señor Mortera.

¿Y cómo no recordar el episodio protagonizado por la señora Sainz proponiendo que se construyese una especie de Ciudad de la Justicia en el solar de la vieja estación? Aquello fue un bluf. Pero, por grandonismos, no se quedó. Y, miren ustedes por dónde, no dejaba de ser llamativa la paradoja que sigue: erigir una Ciudad de la Justicia tras la injusticia estética que

supuso aquella demolición.

Cuando los episodios del despilfarro nos siguen cobrando factura, llega Gabino de Lorenzo con su negativa a declarar en la ‘performance’ presidida por ‘Rivi’. Nada menos que todo un delegado de Gobierno negándose a colaborar con el esclarecimiento de una historia que, a día de hoy, es ruina, óxido, endeudamiento y paseos por los juzgados.

Los polvos y los lodos. Los derroches. Los grandonismos. Todos ellos como sepultureros de sueños. Todos ellos como causantes de un sonrojo colectivo. Todos ellos como engendros del triste presente que nos está tocando vivir. Y aquí no está solo un legado económico deplorable. Aquí está también un legado moral deprimente con responsables, al menos en lo político, que tienen nombres y apellidos.

No, aquí la historia no los absolverá. Aquí, lo único que cabe como desquite es que se vayan a su casa los que avalaron políticamente aquello. Y, llegado el caso, que la ley se aplique a quienes pudieron haber cometido irregularidades. Sepultaron sueños para traer ruina.  Es imperdonable tanto horror, tanta ambición desmedida y tanta horterada.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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