Si nos preguntásemos acerca del momento en el que comenzó la envenenada herencia del PP astur, que a día de hoy no sólo sigue sin resolverse, sino que, además, continúa dando importantes sacudidas, la respuesta sería muy sencilla: todo empezó con el estallido del conflicto interno cuando gobernaba Sergio Marqués, cuando Cascos ejercía desde el Gobierno de Aznar de virrey de todas las Asturias, conminando al cese de un consejero y cuando sus corifeos, gran parte de ellos enfrentados a él desde 2011, enseñaron algo más que sus garras contra el entonces presidente de Asturias, por mucho que, años después, mostrasen su arrepentimiento. Ciertamente, tardaron en percatarse de su error. Y es que el actual presidente de FAC no podrá negar nunca que aquel PP astur liderado por Ovidio Sánchez, tan mediocre y tan resignado a perder elecciones, estuvo conformado por personas que cerraron filas en torno a él a resultas del enfrentamiento con Marqués. O sea, que son los albaceas por él designados para administrar su patrimonio político en Asturias.
No mucho más tarde hubo otro episodio que también marcó un antes y un después, que tuvo lugar cuando Cascos salió en defensa de Mercedes Fernández, al haber sido cuestionada su gestión al frente de la Delegación del Gobierno de todas las Españas. Recordemos que, a raíz de aquello, don Francisco trasladó su ficha como militante pepero a Madrid.
Luego llegó 2011, cuando Ovidio Sánchez pidió a Rajoy que nombrase a Cascos candidato del PP para gobernar Asturias, cuando Gabino de Lorenzo lo consideró un auténtico crack, y así un largo etcétera, hasta que, incurriendo en tremendas contradicciones, descalificaron al que había sido hasta entonces objeto de sus más apasionadas lisonjas.
Y, hete aquí, que sólo un año después doña Mercedes Fernández, tras haber acompañado a Cascos en sus reapariciones públicas en Valencia de don Juan y Oviedo y, sobre todo, tras haber sido una entusiasta defensora del actual líder de FAC, asumió en su momento el liderazgo del PP astur, teniendo como máximo competidor al político con el que se había sentido más identificada durante largos años.
Y, a día de hoy, cuando no es fácil vislumbrar un acercamiento entre las dos formaciones políticas más conservadoras de Asturias, cuando no hay motivos que nos lleven a pensar que el PP puede mejorar sus resultados electorales en esta tierra, no sólo por lo poco que el Gobierno de Rajoy se interesa por ella, sino también por la falta de discurso del PP astur, Cherines agranda los conflictos internos, primero, orillando al señor Goñi, político al que los diputados autonómicos socialistas confundieron con Besteiro en 2011 y lo apoyaron con sus votos para que fuese presidente del ‘Parlamentín’. No es que con este apartamiento el pensamiento occidental vaya a resentirse mucho, pero el mal ambiente interno está más que garantizado.
Y, por otra parte, la forma en la que doña Mercedes se cargó a Pilar Fernández Pardo resultó un ejemplo de despotismo proverbial. Y, pasado el tiempo, ahí sigue una junta gestora local a la que nadie eligió que está siendo un foco permanente de malestares y conflictos.
Lo del PP astur se parece cada vez más a una sórdida historia de herencias envenenadas donde el deterioro de las formas no deja de incrementarse, hasta el extremo de ir camino de la ruina y el abandono de un patrimonio que en su momento existió.