No despierta en mí entusiasmo alguno el nuevo secretario general de PSOE, sobre todo porque sólo se prodiga en topicazos y consignas, sin dejar patente que, además de todo eso, tiene un discurso y un proyecto de partido y de país. Tampoco acierto a explicarme la inconsciencia de tantos, desde políticos a analistas de la vida pública, en el sentido de que estamos en vísperas de un nuevo tiempo en la política española que se escenificará tras las próximas elecciones municipales y autonómicas donde el vuelco anunciado no será del PP al PSOE o viceversa, como vino sucediendo hasta ahora, sino que se tratará de muy distinta cosa, de una fragmentación con la que habrá que acostumbrarse a convivir, entre otras cosas, porque el bipartidismo está en horas bajas ante la pérdida más que merecida de credibilidad entre la ciudadanía.
Dicho esto, el papelón que protagonizó la FSA en el Congreso de la puesta de largo del señor Sánchez fue memorable. Miren, me cuesta mucho creer que el nuevo secretario general del PSOE esté decidido a cambiar su partido más allá de cosméticas lampedusianas ciertamente poco fiables. Pero, aún así, le tiene que resultar muy difícil dar preponderancia a la federación socialista más conservadora y anquilosada de España. Porque, miren ustedes, la FSA no está dispuesta ni siquiera a cambios cosméticos.
Don Javier Fernández representa como nadie la vieja política a la que se refirió Ortega justamente hace cien años a propósito de la España oficial de la Restauración. El presidente de Asturias no apuesta decididamente ni por la limitación de mandatos, ni por la eliminación de sinecuras a los políticos, ni por un replanteamiento de ya viejo «café para todos» de Clavero Arévalo, ni por una reforma del sistema electoral. Don Javier es el conservadurismo puro y duro por mucho que los nuevos tiempos en política ya estén llamando a la puerta por mandato de la ciudadanía. Cualquier cambio con apariencia de regeneración lo tilda de demagógico. Y, por otro lado, en el supuesto de que vaya en serio que el PSOE del señor Sánchez se decante por una solución federal, tendrá en frente al mandatario asturiano que quiere que se conserve intacto lo realmente existente en lo que toca a la vertebración territorial de España.
No creo –insisto– que haya en el señor Sánchez una inequívoca voluntad de cambio. Pero es que con don Javier en un puesto decisivo de la nueva Ejecutiva del PSOE ni tan siquiera podría aparentarlo.
Todo un papelón el de la FSA en el Congreso del PSOE. Papelón que empezó mal puertas adentro en los prolegómenos de su representación en Madrid. Papelón que también empezó mal por parte de los aduladores mediáticos del señor Fernández que lo retrataron con una carga de profundidad intelectual equiparable casi a Fernando de los Ríos a Luis Araquistáin, o a Julián Besteiro. Y, dicho sea con todos los respetos, no es, ni mucho menos, para tanto. Papelón que terminó mal aceptando una especie de pedrea que en modo alguno puede empañar un fracaso anunciado.
Mal asunto es para el señor Sánchez haber asignado un cargo relacionado a una representante de la FSA en políticas municipales cuando hubo en Asturias alcaldes de este partido que se hicieron acreedores al recuerdo de la obra de Arniches titulada ‘Los caciques’. Y queda alguno como el actual regidor de Grandas de Salime.
Incorregible FSA y fiel a su conservadurismo a ultranza, jalonado por episodios que casi nadie tiene a bien recordar. Por ejemplo, cuando se produjo la dimisión de González como secretario del PSOE nombrando heredero a Almunia, la intervención de la FSA no se salió del guion hablando de su inquebrantable lealtad a González y a Guerra, sin dar acuse de recibo del cambio que acababa de producirse.
Sánchez se plegó a la voluntad del socialismo andaluz apoyándose en una federación mucho más numerosa. Premio de consolación para un Javier Fernández con el que Zapatero tampoco contó demasiado. Sin Rubalcaba como punto de apoyo, la FSA es tan marginal en el PSOE como lo es Asturias para España.
FSA, reducto de la vieja política de un PSOE que recorre su travesía del desierto desde las elecciones de 2011. FSA, liderada por un secretario general que estuvo casi de vacaciones durante el arecismo y que gobierna Asturias desde 2012 a resultas de las peleas goyescas de la derecha llariega. Que gobierna Asturias con un recetario de vieja política, recetario caduco y trasnochado.
Sánchez se decantó por la aritmética, es decir, por doña Susana, y no se atrevió a poner en primera línea al paradigma de la vieja política.