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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

¿De qué sirvió la Comisión de los Palacios presidida por Rivi?

¿Se estará despojando ya la sociedad ovetense de las legañas que le impidieron darse cuenta mayoritariamente de quién fue y qué fue Gabino de Lorenzo? ¿Sirvió de algo la Comisión que presidió Rivi sobre el affaire de los palacios? Aquel pretendido bulevar en lo que ahora se llama el Calatrava. El óxido de la cubierta. Las deficiencias del edificio. El derroche de dinero público por parte de Tini Areces para ubicar allí dependencias de la Administración autonómica. Las deudas, los gastos. Todo ello en un enclave en el que sepultaron tantos momentos de gloria vividos por el oviedismo desde 1932 cuando se inauguró el estadio.

Hormigón, farolas, muchas estatuas como cuadros de mueblería, grandonismo. A todo ello hubo que sumarle contar con un arquitecto de moda, pagar la firma, apostar por la marca. Ciertamente, no se trata de un episodio que vaya a formar parte del orgullo vetustense, sino todo lo contrario.

Mientras tanto, Gabino se dedica a verlas venir desde su canonjía en la Plaza de España, incluso se permite hacer profecías sobre la situación económica del país. Pero, eso sí, no perdió ni un solo minuto de su valioso tiempo en comparecer en la performance que organizó Rivi. ¿No le merece la ciudadanía de Oviedo la más mínima consideración para dar cuenta de los entresijos de un proyecto en el que estuvo tan implicado en tanto Alcalde de la capital asturiana?

¿Y qué decir de la ausencia del señor Carreño en el Pleno en el que se abordaron las conclusiones de la Comisión? ¿Y qué decir del grupo municipal socialista que, por supuesto, no vio ningún derroche por parte del Gobierno autonómico entonces presidido por Areces?
¿Y qué decir del PP, rectificando a última hora para que no hubiese unas conclusiones poco favorables a la gestión de su anterior Alcalde?

Pero, más allá de todo esto, el poso que queda tras las conclusiones de la comisión y de las puestas en escena de Rivi es amargo y frustrante. Primero, por las incomparecencias sonadas y sonoras. Segundo, porque aquí nadie está dispuesto a reconocer ni siquiera equivocaciones. Todos son infalibles, se diría. Tercero, porque está muy claro quiénes tendremos que seguir pagando tanta megalomanía y tanto grandonismo, ello por no hablar de decisiones propias de desaprensivos.

El óxido del Calatrava, al final, va a ser la metáfora del declive del gabinismo en particular y también del bipartidismo, al haber colaborado el entonces Gobierno autonómico en todo aquello.

Óxido, mucho óxido, Hollín, mucho hollín.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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