Según parece, es intención de Rajoy sacar adelante su empeño de que, a partir de las próximas elecciones municipales, sea la lista más votada la que se haga con la Alcaldía. Es más, amenaza con seguir adelante aun en el caso de que la otra pata del bipartidismo no lo apoye. Ante ello, es inevitable concluir que se trata de una medida a la desesperada, entre otras que no tardarán en tomarse. Y, en todo caso, desde el punto de vista democrático, se trata de un atropello, de un disparate. Para empezar, la proposición de marras no va acompañada de listas abiertas ni hay previsión de una segunda vuelta en el caso de que el municipio de turno amenace con ser ingobernable. Y, por si ello fuera poco, los partidos mayoritarios saldrán más reforzados aún de lo mucho que lo están actualmente.

Está claro que hay un gran temor ante la anunciada fragmentación de partidos que habrá en los ayuntamientos y en los parlamentos autonómicos. Se trata de defender como sea un bipartidismo cuyo declive no ha hecho más que empezar. Pero, con ello, con el pretexto de la necesaria gobernabilidad, se puede incurrir en la contradicción de que sea alcalde un cabeza de lista que no haya obtenido ni por asomo la confianza del electorado. A ello hay que añadir que, de aprobarse semejante propuesta, se romperá la casuística que se puede dar en muchos municipios, casuística que pesa más en algún caso que las propias siglas.

Me refiero, por ejemplo, a todos aquellos ayuntamientos en los que hay alcaldes casi perpetuos con su consabida red caciquil y / o clientelar, en los que un pacto entre partidos teóricamente alejados ideológicamente, serviría para ventilar democráticamente un ambiente cargado y asfixiante. (Entre paréntesis: de eso en Asturias, sobre todo en el Occidente, sabemos un rato largo).

En definitiva, los afanes y desvelos del Gobierno de Rajoy, remiten a una inequívoca consigna: «Todo el poder para el partido», esto es, para los aparatos de los grandes partidos, y están volcados en semejante cosa justo en un momento en el que la desafección ciudadana por la política se incrementa imparablemente. O sea, cada vez más alejados de la sociedad a la que dicen representar.

Pertinaz Rajoy que quiere reforzar inútilmente una trinchera que es cualquier cosa menos inexpugnable.