Ahora resulta que el actor Willy Toledo vuelve a estar en el centro de la polémica por sus arremetidas en las redes sociales contra Podemos. Ahora resulta que el cantante Joaquín Sabina decide arengar a la formación política liderada por Pablo Iglesias invitándolos a que tengan un discurso acorde con los tiempos. Si bien estoy persuadido de que este rifirrafe declarativo no va a generar un debate político que arroje demasiada luz a esa izquierda que no sólo pretende serlo en sus siglas, me parece necesario hacer determinados recordatorios a todos aquellos que, con mucho más paternalismo que autoridad moral y lucidez, comparecen en la vida pública queriendo hacer lo imposible, es decir ser influyentes y decisivos. No son ni pueden ser Zola, el Zola que dio una histórica lección de dignidad y coraje con su admirado y admirable ‘yo acuso’. Eso está muy lejos de los comportamientos ciertamente de casta que tuvieron ciertos dirigentes de la SGAE.
Lo curioso de este debate a tres bandas es que, según puede colegirse, al señor Toledo le parece blando e inconsistente el izquierdismo de Podemos, mientras que a don Joaquín Sabina le resulta trasnochada la ideología de este grupo político.
Con respecto al cantautor, hay un recordatorio obligado. No se entiende muy bien que un personaje tan lúcido y brillante, capaz de un efectismo admirable en las letras de muchas de sus canciones, haya participado en aquel ceremonial de la ceja de los que pedían el voto para Zapatero. Con respecto al actor que inició esta polémica, sería muy de agradecer que se manifestase con claridad con respecto a los derechos humanos y libertades. Puedo compartir –y de hecho comparto– muchas de las críticas que hace a la vida pública que estamos padeciendo en nuestro país. Sin embargo, no vale arremeter contra las injusticias y atropellos que aquí sufrimos si, de otro lado, se consideran modélicos regímenes donde se pisotean los derechos humanos y las libertades.
Y, con respecto a Podemos, sería muy de agradecer que se explicase con la mayor concreción posible su proyecto político más inmediato para las municipales y autonómicas. No vale la ambigüedad para una fuerza política emergente.
Las respuestas que les dio Monedero a ambos personajes tienen mucha lógica. Pero, más allá de lo que es el periodismo declarativo que casi siempre forma parte de lo que tiene de circense la vida pública, a esta formación política le toca seguir convenciendo de que, por un lado, no son, como el PSOE, una izquierda de siglas, y que, por otra parte, su proyecto nada tiene que ver con totalitarismos que tanto horror causaron ni tampoco con izquierdismos caudillistas que atentan gravemente contra la ética y contra la estética.