Leo en EL COMERCIO que nuestras máximas autoridades autonómicas en el Gobierno y en el Parlamento de Asturias, esto es, don Javier Fernández y don Pedro Sanjurjo, apelan a la responsabilidad de todos los grupos políticos de la Junta General del Principado para que en 2015 se cuente con la aprobación de los presupuestos. Tales apelaciones no suponen en sí mismas sorpresa alguna. Tampoco pillará a nadie de nuevas que cada cual diga que su propio partido se afana y se desvela por el bien de Asturias mientras que el resto de formaciones políticas sólo piensan en intereses particulares nada filantrópicos ciertamente. Pero, a ambas cosas que están en el guion, hay que añadir la amnesia de quienes rechazaron los presupuestos que en su momento presentó el Gobierno presidido por Cascos, rechazo que provocó el adelanto electoral en 2012. ¿Dónde estaba entonces la responsabilidad a la que ahora apelan para que Asturias contase con presupuestos?
Se puede argüir –y no seré yo quien lo niegue a priori– que aquellos presupuestos no eran los adecuados, que no estaban bien hechos. Vale. Sin embargo, a poco que se rastreen las hemerotecas, no puede decirse que los que ahora invocan la responsabilidad mencionada se hubiesen explayado a fondo a la hora de explicar las inconveniencias de aquellos presupuestos que en momento alguno negaré que las tuvieran.
Y lo que más me llama la atención de todo esto es la tendencia de nuestro presidente a ese periodismo declarativo de frase rebuscada tan propia de todos aquellos que no quieren entrar en argumentos convincentes. Y es que, con la frasecita de marras, según la cual no debe haber bula para la frivolidad, lo que hace don Javier Fernández es llamarse a sí mismo frívolo. Lo menos que cabría esperar de su declaración sería que matizase entonces por qué en su momento su grupo parlamentario rechazó los presupuestos, al igual que el resto, de forma tan contundente.
Y don Javier, además de incurrir en una amnesia injustificable en un personaje público que, al kantiano modo, debe tener muy en cuenta aquello del «uso público de la razón privada», parece dar por sentado que aquí todo el mundo es, esta vez sí, frívola e irresponsablemente olvidadizo. Y ciertamente no es fácil olvidar aquel Parlamento presidido por el ahora defenestrado señor Goñi gracias a los votos del PSOE que, como escribí más de una vez, acaso lo confundiesen entonces con Besteiro. Ni tampoco resulta sencillo que borremos de nuestra memoria a la señora Pérez-Espinosa presidiendo el grupo parlamentario pepero por sus intervenciones que, desde la más elemental dialéctica, eran aguachirle en estado puro. ¿De verdad cree don Javier que fue por su parte coherente darle la Presidencia del Parlamento asturiano a don Fernando Goñi? ¿De verdad cree don Javier que todos estamos amnésicos?
Lo que le toca, don Javier es explicar a todo el mundo, a través de una intervención parlamentaria sólida y convincente, por qué los presupuestos que presenta su Gobierno son adecuados y pertinentes. Y créame que confío en la competencia de su consejera. Pero, por favor, absténgase de provocar que la memoria acuda indignada a nosotros mediante declaraciones que sólo pueden partir del convencimiento de que la amnesia con respecto a la vida pública asturiana es y está generalizada.