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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

El franquismo como asignatura pendiente

 

«Y cuando la antorcha pase a otras manos, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen la lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad, Perdón» (Manuel Azaña).

 

A pesar de que el PSOE gobernó durante veintiún años desde la muerte de Franco a esta parte y a pesar también de que llevamos casi cuatro décadas de supuesta democracia, el franquismo sigue siendo una asignatura pendiente en este país, asignatura pendiente que un dictamen de la ONU pone claramente de manifiesto. Cuesta entender, incluso desde un análisis racional sin implicaciones emocionales, que haya tan poca voluntad de esclarecer el destino de tantas personas desaparecidas y que se preste tan poco apoyo a todas aquellas familias que desean recuperar la memoria de sus antepasados. Porque aquí no se trata sólo de víctimas de la guerra, sino también del durísimo periodo de los años inmediatamente posteriores.

Y es que, a estas alturas, es difícilmente rebatible que, toda cultura homenajeó siempre a los muertos, guardando recuerdo de ellos. Así las cosas, es inevitable que nos preguntemos qué argumentos hay para sostener que tantas personas desaparecidas no se merezcan ni tan siquiera el recuerdo de sus descendientes. Cuando se plantean estas cosas, lo más frecuente es que se diga que todo ello obedece a rencores, resentimiento, revanchismos y venganzas. ¿De verdad se puede pensar que tales acusaciones tienen verosimilitud? ¿Qué puede tener de revanchismo que determinadas personas quieran recuperar los restos de sus antepasados y llevarlos a su panteón familiar? ¿Es de recibo que, dependiendo de la trinchera en que se luchó durante la Guerra Civil, haya muertos que merecen ser recordados y otros que no?

Y, por otra parte, no sólo hablamos de muertos que no se sabe bien en qué cuneta están sus restos, sino que además existe el problema de niños que fueron robados a sus padres, tal y como se viene denunciando desde que Garzón cogió las riendas del asunto, lo que le ocasionó las consecuencias que todos conocemos. ¿Hasta cuándo, hasta dónde y hasta qué extremo puede un Estado que se reclama democrático seguir tapando las vergüenzas de una de las dictaduras más brutales del siglo XX?

Los hechos hablan por sí mismos. El partido hegemónico de la derecha española fue fundado y refundado por un exministro de Franco. Por su lado, la otra gran formación política del bipartidismo se dedicó a mirar hacia otro lado sobre este asunto durante los gobiernos de González, mientras que, triste es reconocerlo, Zapatero hizo poco más que enredar con el asunto de la memoria colectiva.

Bien se sabe que no se trata en modo alguno de rencores. (Entre paréntesis: ¿contra quién?). El busilis de esta asignatura pendiente es muy distinta cosa: en la medida en que se pretenda evitar que se conozca la represión franquista con la mayor parte de datos posibles, sólo cabe sacar en conclusión que hay una innegable complicidad con el régimen del invicto caudillo.

¿Tan costoso sería para un país supuestamente democrático, con partidos políticos presuntamente democráticos asumir esta asignatura pendiente y no poner traba alguna para que se conozcan y se reconozcan todas las víctimas de aquel régimen? ¿Se puede censurar la historia desde parámetros teóricamente democráticos? ¿A qué se espera para alcanzar un pacto de Estado que no ponga inconveniente alguno en rescatar la memoria de un tiempo y un país en el que se pisotearon de forma brutal derechos y libertades?

Y, por favor, basta ya de topicazos. Nadie puede negar que, durante la Guerra Civil, las atrocidades que se cometieron no tuvieron lugar sólo en el ámbito de los vencedores. Las dos diferencias sustanciales son que, en primer lugar, en el caso de las víctimas del lado vencedor se honró su memoria. Y, en segundo lugar, hablamos también de víctimas de la posguerra, víctimas de un régimen político que siguió matando tras la contienda. Y hablamos, por tanto, de víctimas con nombre y apellidos a las que no se les puede negar el haber nacido, tal y como se pretendió hacer con Casares Quiroga borrándolo del registro civil por parte de las autoridades franquistas de turno.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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