Don Jesús:

Cada vez que usted se mete a sesudo analista político, señor Gutiérrez, el frondoso bosque del pensamiento occidental se tambalea como si una galerna lo zarandease con infinita crueldad, como si la más procelosa tormenta lo traquetease tanto y tanto que sus profundas raíces crujiesen hasta el extremo de emerger arrancadas de cuajo por la superficie, como peces sacados violentamente del agua tras un duro combate contra mortíferos anzuelos. ¡Ay, don Jesús!

Se despacha usted haciendo una comparación entre el partido de Álvarez-Cascos y Podemos que hubiese dejado atónito al mismísimo Maquiavelo. Habla usted de la frustración que generó Cascos en su brevísima etapa de Gobierno. Y se refiere también a la casuística del auge de Podemos. Mire, lo más suave que se puede decir de su análisis es que incurre usted en unas simplezas que hubiesen sonrojado al mismísimo don Pero Grullo. Pero lo peor no es eso, sino que, por lo que parece, usted ni siquiera contempla la posibilidad de que su partido haya colaborado a crear ese clima que le pone las cosas tan «francas» al partido liderado por el señor Iglesias.

Mire, don Jesús, usted prestó su apoyo, con su cazadora y con su presencia, a uno de los episodios más caciquiles y pantomímicos de la política asturiana en los últimos años: me refiero a aquel vodevil en el que se hizo alcalde a un señor que ni siquiera era concejal. El tal sucedido tuvo lugar en Cudillero.

Miré, don Jesús, el PSOE llariego lleva años dándonos continuos mazazos. Pongamos que hablo del caso Riopedre. Pongamos que hablo de todo lo que está saliendo en torno a Maese Villa y a alguno de sus más fieles escuderos. Pongamos que me refiero al escalofriante asunto publicado recientemente en EL COMERCIO acerca de lo que pasaba en El Musel.

Ante un panorama así, lo raro es que una partido como Podemos no haya aparecido mucho antes. Y, en cuanto a la bestia negra de su jefe político, es decir, a Álvarez-Cascos, cierto es que protagonizó como presidente de Asturias un fracaso anunciado. No lo es menos que no dispuso ni de lejos del tiempo necesario para castigar a esta tierra con tantas frustraciones.

Nunca podré entender, don Jesús, la falta de autocrítica de la inmensa mayoría de nuestros políticos. Nunca entenderé, don Jesús, que Javier Fernández se vanaglorie tanto de su gestión política contra la desigualdad, cuando los datos certifican que la brecha social en Asturias es cada vez mayor. Nunca entenderé, don Jesús, que Javier Fernández se erija en numantino defensor de los servicios públicos cuando su gobierno se estrenó protagonizando un enorme conflicto con los médicos a resultas de aplicar los recortes de Rajoy, cuando a su Gobierno tampoco le templó el pulso a la hora de legislar mayor carga lectiva para el profesorado siguiendo también las directrices de don Mariano. Y, aparte de todo esto, ¿acaso no existían en Asturias excelentes servicios públicos mucho antes de que ustedes gobernasen?

Sin pulso, don Jesús, que diría Silvela. Mire, verlo a usted tan falto de autocrítica y tan sobrado a la hora de atacar a los demás partidos, resultaría grotescamente cómico si no fuese porque esta tierra no está para bromas, sino para catarsis. Y que usted sea un alto cargo político es un síntoma inequívoco del deplorable estado en que se encuentra la vida pública llariega.