Ya sabemos que, para sus aduladores mediáticos, el presidente de Asturias es no sólo Javier el pacificador, sino también Javier el profundo, tan profundo que se las vio y se las deseó para que se le hiciese sitio en la Ejecutiva federal del PSOE. Pero ellos se lo pierden, oiga. Sin embargo, para quienes intentamos analizar la vida pública asturiana sin filias y sin fobias y sin trincheras, cada vez que nuestro jefe del Ejecutivo se dirige a la opinión pública llariega incurre, sobre todo, en la insulsez. De todos modos, en el último mensaje navideño se observan algunas novedades importantes.

En primer término, no arremetió contra los nacionalismos independentistas que en España están siendo. Y, en segundo lugar, habló, parodiando a Ángel González (el poeta, se entiende), sin mucha esperanza y sin excesivo convencimiento contra el desánimo. Desde la abulia y la languidez, no es fácil ser persuasivo contra el desánimo. Estoy por apostar que, con independencia de las intenciones, don Javier no subió el estado de ánimo de la inmensa mayoría de los asturianos. Facilitó el dato de una exigua disminución del número de personas desempleadas en Asturias, dato que, en modo alguno, invita a la euforia.

Y, en otro orden de cosas, quiso dar una magistral lección de realismo, magistral lección, que, según interpreté, iba dirigida fundamentalmente contra Podemos. Según nuestro presidente, sería deshonesto enarbolar un discurso en virtud del cual otra realidad sociopolítica es posible. Para don Javier, no cabe hacer más con la escasez de recursos económicos que padecemos.

No seré yo, desde luego, quien abogue por planteamientos que podría hacer suyos el mismísimo doctor Pangloss. Ahora bien, ¿no es cierto que la política consiste, entre otras cosas, en acertar a la hora de adoptar medidas que saquen el mayor rendimiento posible a los recursos disponibles? ¿Alguien se puede creer que esto se está haciendo con nuestra agricultura, con nuestra industria y con nuestro potencial turístico? ¿Alguien se puede creer que se está llevando a término esto en un territorio donde muchas personas magníficamente preparadas tienen que abandonar nuestra tierra por la falta de oportunidades que hay por estos lares? ¿Acaso no es, como mínimo, prepotente y falaz lanzar el mensaje de que su Gobierno está sacando todo el rendimiento posible a los recursos, también humanos, disponibles en la Asturias de hoy?

Por otro lado, ¿es de recibo manifestar que el mayor esfuerzo de este Gobierno va dirigido a los sectores más desfavorecidos dadas las circunstancias que viene rodeando a las políticas seguidas por Bienestar Social?

Para seguir, ¿se puede apropiar este Gobierno autonómico de todo los que implica la apertura de dos nuevos hospitales en Asturias, así como de la autovía del Cantábrico, cuando hablamos de proyectos de largo recorrido en que son muchas las personas a tener en cuenta a la hora de repartir aplausos y reproches? Vuelvo a preguntarlo una vez más: ¿acaso los servicios públicos asturianos los trajo este Gobierno que preside don Javier desde hace poco más de dos años? Realismo, señor Fernández, realismo.

Y, por último, la gran paradoja y no menor incógnita que supone presentar como un logro el pacto presupuestario con el PP, en un momento en el que la cúpula estatal del PSOE se desmarca, al menos en teoría, de una gran coalición con el partido del señor Rajoy. ¿Será Asturias quien dé el aldabonazo de esa gran coalición, gran coalición que supondría el canto de cisne de la vieja política?

¿Realista el mensaje de don Javier? ¡Ni por asomo!