«Los pueblos, amigo mío, tienen los gobiernos que toleran, aunque no se los merezcan» (Miguel de Unamuno).

Mientras Javier Fernández, sin hacer mudanza en sus hábitos, no se muestra muy locuaz en este periodo de presidente en funciones, quien más está contribuyendo al debate político en esta tierra es, sin duda, Emilio León. Solo se quedó Podemos a la hora de pedir reducción de sueldos y de asesores en el parlamentín. Solo se quedó Podemos a la hora de poner en duda la viabilidad de un Gobierno tripartito en Asturias. Y, por otro lado, me parece brillante lo que dice Emilio León en su última entrevista publicada en EL COMERCIO, cuando manifiesta preferir el empate infinito a la derrota continua. Mensaje claro a caminantes y navegantes: Podemos no quiere que continúe en Asturias la vieja política. Tiene muy difícil evitarlo, ciertamente, según el reparto de escaños de la Cámara autonómica. Pero, desde luego, tiene todo el derecho del mundo a no querer resignarse al continuismo.

Lo cierto es que IU de Asturias parece mucho más proclive a pactar con el PSOE, lo que, en sí mismo, no constituye ninguna sorpresa, si bien es cierto que más de uno esperábamos que Gaspar Llamazares fuese más exigente con la FSA que sus predecesores, los mismos que ni siquiera se cuestionaron el pacto de Gobierno con Álvarez Areces cuando saltó el llamado ‘caso Renedo’.

Y, a este propósito, cuando IU declara la conveniencia de que PSOE y Podemos se decanten por lo que llaman el ‘modelo Oviedo’, da la impresión de que quieren soslayar y soslayan que se trata de algo difícilmente extrapolable. Claro, Wenceslao López y Javier Fernández pertenecen al mismo partido, pero representan muy distinta cosa.

En todo caso, hasta que tenga lugar el debate de investidura no sabremos con exactitud qué posición adoptará Llamazares, que seguro que no se olvidó de aquello que tanto repetía Julio Anguita, al incidir en el «programa, programa, programa».

Insisto en algo que escribí muy recientemente: será muy interesante comprobar, en el transcurso del referido debate, si Javier Fernández está dispuesto a negociar un proyecto de gobierno que tenga de izquierdas algo más que las siglas y que, de paso, no ponga un mal rictus si se le plantea la conveniencia de avances con respecto al actual estatus del asturiano. ¿Tendrá don Javier el profundo flexibilidad para ceder y conceder cambios orientados hacia la izquierda? Si eso no fuese así, ¿estaría dispuesto Llamazares, a pesar de todo, a apoyarlo por aquello de las siglas, enmendándose a sí mismo con respecto al momento en que se negó a pactar con Antonio Trevín, lo que trajo como consecuencia que gobernase Sergio Marqués?

Sea como sea, estamos en el tiempo a previo a una investidura anunciada y enunciada, que, sin embargo, corre el peligro de ser el punto de partida de un periodo político tan alicorto como inestable.

Sea como sea, Podemos no está por una continuidad que seguramente no podrá evitar, pero sí hacerla menos lánguida y decadente.